jueves, 21 de mayo de 2015

PUNTO DE PARTIDA por Antea



 Superficie de un planeta remoto...

Me costó convencer a Hiram de que debía entrar sola en la Ha´tak insignia. Él era de lejos mejor piloto que yo y le recordé que necesitábamos que la pequeña nave que el  tok´ra había conseguido  fuera un medio de escape seguro y que estuviera a punto para en pocas palabras "salir pitando" si la cosa se complicaba.

- Probemos el audio- dije tocando el pequeño transmisor dentro de mi oído- uno, dos...
- Perfecto- contestó Hiram desde el sillón del piloto.
- Ok, ahora bajo el pequeño visor, ¿ves lo que yo veo?
El pulgar hacia arriba del joven me indicó que todo funcionaba correctamente.
- Pues ya está todo- me palpé las armas que llevaba encima dentro de las cartucheras y a la espalda- en cuanto esté dentro me vas indicando.
- No hay problema, conozco los pasillos de las naves goa´ulds a la perfección, son todas iguales- sentenció.
- Recuerda, dame un camino seguro hasta su habitación alejado de los guardias después no me importa causar algo más de ruido.
- "Roger", ten cuidado- y guiñó un ojo- te veo en unos minutos.
Bajé por la rampa hasta la superficie del templo abandonado  casi en ruinas y activé los anillos de transporte que me introdujeron  en  la Ha´tak en órbita con el planeta. El brazalete fue una de las sorpresas de Scar, el objeto nos daría vía libre para una incursión sigilosa por un camino poco transitado dentro de la propia nave.
La luz de los anillos desapareció y me encontré en una zona solitaria.  Armada hasta los dientes avancé unos cuantos metros, de momento nadie a la vista.
- Todo despejado- susurré- añado modo visual, indícame.
- Vaaale, dame un minuto para orientarme
- ¿Estás de broma?
- Tranquila...usa el pasillo de la izquierda encontrarás un conducto de ventilación por el que te podrás colar.

miércoles, 20 de mayo de 2015

FINAL por Dastan


Tras salir airoso de la reunión con Melk y dar la opción de escape a Maud, una visita de despedida a la tienda de Bastet sonaba bastante tentadora. Pero al parecer ella no se tomó muy a buen agrado mi comentario cargado de intenciones, tal vez juzgué mal su grado de lujuria. Me encogí de hombros y retomé mi camino hacia mis aposentos.

Faltaban pocos pasos para llegar a la entrada de la tienda, iluminada por dos antorchas y todavía con un guardia en la puerta, cuando empecé a sentirme un poco mareado y difuso. Sacudí la cabeza, extrañado por aquellas sensaciones que se iban acrecentando y los pocos pasos que faltaban para llegar a la entrada de la tienda parecieron inacabables. El Jaffa que custodiaba la entrada apenas se inmutó al verme avanzar a trompicones y en ese momento deseé no haberme deshecho de Maud tan rápidamente, al menos la muchacha me echaría una mano. Entré y me abalancé hacia la cama, notando cómo los efectos aumentaban con cada segundo que pasaba, y entonces todo empezó a cuadrar en mi cabeza. Claramente había sido drogado, o peor, envenenado. Por fortuna no era la primera vez, pero no sabía aún a ciencia cierta el origen de esto y por tanto cómo afrontarlo.

Oí unos pasos fuera como un eco resonante, mis sentidos se estaban aturdiendo cada vez más, pero alcé la vista hacia la entrada y Maud estaba asomada con un atisbo de curiosidad en la mirada.

- ¿Se encuentra bien, mi señor?

- Ambos sabemos que no soy realmente tu señor y NO, no me encuentro nada bien. – dije alzando el tono hasta que mi voz sonó tan fuerte que hizo estremecer a la muchacha.- ¡¿Qué narices me has puesto en la bebida?!

QUID PRO QUO por Jacob Cora



La Teniente Coronel Antea se apeó del ascensor y se encaminó hacia el área de descanso. En realidad no era más que una angosta habitación con una cafetera y un par de sillas, pero era mucho mejor que tomar el café de la máquina en mitad del pasillo. Dentro de la misma, sólo había otra persona. Lara se rió al ver a Alfonso enfrascado en un informe.

- Le pusimos el nombre de área de descanso por un buen motivo.
- Porque es más fácil concentrarse cuando se está descansado, ¿no?

Se la ocurrieron un par de bromas para dejarle descolocado, pero prefirió ahorrárselas y atender sus necesidades de cafeína. Se sirvió una taza generosa y aspiró el aroma. Lo que llegó a sus fosas nasales la provocó náuseas y hasta sintió un vahído. No era cosa del café, pues olía igual de bien que siempre. Era una peste que venía del exterior.

- ¿A qué demonios huele? –preguntó Alfonso mientras intentaba espantar el hedor agitando el informe.
- Yo te diré a lo que huele. A alguien saltándose todas las normas de higiene del Comando Stargate –se recogió el pelo en una cola de caballo que la daba un aspecto más serio- ¡Pues me va a oír!

En un par de zancadas se plantó en la puerta, pero tuvo que parase en seco ante lo que pasó a su lado. Obviamente no era su primer alienígena, pero aquello no se parecía en nada a lo que había visto hasta entonces. Que una persona midiese dos metros lo consideraba muy alto, por lo que no tenía un calificativo para las que superaban esa medida con creces. Era muy delgado, de piel color gris verdoso, unos ojos pequeños y completamente negros y sin nada que se pareciese a una boca. Una sustancia gelatinosa de color rojo le cubría el cuerpo para hacer las funciones de ropa. No la cupo ninguna duda: él era la fuente de esa peste. Él y otro como él que estaba con el General.

martes, 19 de mayo de 2015

DE VACACIONES por Michael Lammer



Oberwil 15 de julio 8:00 de la mañana.
Me encontraba saliendo de la ducha cuando escucho que alguien llama a la puerta, estaba con todo el cuerpo mojado y con un poco de prisa cogí la toalla y me la enrollé en la cintura y bajé las escaleras rumbo a la puerta, con cautela miro por la mirilla y veo a una mujer alta de pelo castaño y bien trajeada y supuse que sería Sara, una amiga de la infancia, ya que íbamos a la misma clase…ésta era una agradable persona, extrovertida y algo alocada. Abro la puerta y ésta me saludo.

- Hola Michael, ¿puedo entrar?- me miro a mi mismo y mi atuendo sin ruborizarme siquiera.
- Sí, claro.- abro la puerta del todo. La situación fue de lo más normal, al fin y al cabo no era la primera vez que ella me veía desnudo.
- Veo que te estabas duchando, si lo sé hubiera llamado antes de venir… habrás dejado el suelo hecho un asco.- dijo divertida.
- Bueno al menos no me he roto la crisma bajando por las escaleras - dije divertido - anda, pasa al salón y dame unos minutos - dije apartándome y dejándola pasar-…ya sabes por dónde se va…- ésta entró en la casa mientras yo corría escaleras arriba para ponerme algo más decente.
 

Diez minutos después…
 

Bajo por las escaleras completamente vestido, llevaba unos vaqueros y una camiseta, me dirigí al salón donde Sara esperaba sentada en el sofá, enfrente de ella estaba la mesita.
- ¿Quieres tomar algo? - dije rompiendo el silencio.- Un café, una cerveza, coca cola…
- Un café- dijo sonriendo, me dirigí a la cocina y prepare dos cafés ya que después de salir a correr suelo desayunar. Entré al salón, dejé dos tazas de café en la mesilla y me senté junto a ella.


MENTIRAS por Alfonso Inchau



Tras una noche lluviosa, Colorado Springs se levantó con una mañana clara y despejada que invitaba a pasear. Pero el sargento Inchau no la pudo disfrutar, ya que tras el fin de semana de relax, el lunes empezaba de nuevo a trabajar. Veinte niveles por debajo de la tierra la humedad dejada por la lluvia del día anterior era imperceptible, y tras el camino hacia la base bañado por el sol, la luz artificial de las bombillas le parecía insufrible.
-Buenos días sargento- Dijo un civil de la base
-Serán para ti, Daimon.
-Pero que dice, si hace un día estupendo.
-Si, fuera hace un sol espléndido, los pájaros cantan y las nubes se levantan. Pero lo que es aquí dentro... se esta ¡COMO SIEMPRE!
Daimon se encogió sobre si acobardado y se fué a paso ligero. En ese momento, un brillo blanco acompañado de un zumbido hizo desaparecer al sargento Alfonso Inchau.
-Ese grito era de Alfonso ¿no?- Dijo Jacob Cora el ingeniero desde el umbral de su laboratorio.
-Si, era el- Dijo Kevin Daimon- pero acaba de desaparecer a mi espalda.
-¿Desaparecer?
-Si, ha desaparecido.
-¿Con un zumbido y un resplandor blanco?
-Si.
Entonces Jacob se dio la vuelta, y agarro uno de los teléfonos que comunicaban con el general.
-General, un rayo de teletrasporte asgard acaba de teletrasportar al sargento Inchau.

RETORNO por Elsara



Kadesh

De nuevo me encontraba admirando los grandes mares de Malrrum. Cerca del Stargate, en aquella pequeña cala, única superficie sobre aquel planeta acuático, sentía en cada poro de mi piel que necesitaba cambiar. Aquello no me satisfacía, aquel cuerpo era hermoso, es cierto, y fuerte, pero tenía una mente que luchaba por salir y además, para mis propósitos como Goa´uld, estaba mas que comprometido. Todo lo acaecido hasta entonces solo me había demostrado una cosa. Que para avanzar, debía cambiar.

Nirtti se enroscó alrededor de mis tobillos con su suave pelaje negro hasta que la cogí en brazos y le arrasqué con suavidad las orejas, sacando de ella un ronroneo. Me dirigí de nuevo al palacio, subiendo por la gran escalinata, cuya balaustra eran las rocas donde se erigía el hogar que compartía con Mauty. Mauty, ella tenía la respuesta a lo que buscaba. Si, pediría ayuda a la que había sido su mentora.

Por los largos pasillos llegué a la sala Luminara, encontrando allí a Mauty, tomando un té recostada sobre los cojines del suelo, buscando un poco de paz en el juego de luces que se alzaba en la bóveda acristalada que se alzaba en el centro del palacio de Malrrum, como si cientos de luciérnagas jugasen en ella. Los cojines que se distribuían por el suelo invitaban a tumbarse y descansar y en algunas mesas bajas había tazas de té o pequeños recipientes aromáticos. Dejé a Nirtti en el suelo con suavidad y me senté junto a ella.

- Querida, llevas muchos días muy callada. –me ofreció una taza de té la cual cogí sin abrir la boca salvo para beberlo- Veo que vas a seguir así.
- Mauty…
- Lo sé querida, lo sé desde hace mucho tiempo. No estás satisfecha y te comprendo. Te puse en ese cuerpo para no someterte a un éxtasis prolongado a la espera de conseguir lo que buscabas.
- ¿Cómo…? –parecía haberme leído el pensamiento.
- ¿Recuerdas el incidente que nos comentó Ram´ses de aquel intruso?
- Sí, y si mi sospecha es cierta, es uno de tus clones ¿verdad?
- Así es, pero es un clon especial, he logrado cumplir tu deseo, pues he creado un clon sin memoria genética, sin una red sináptica definida en su memoria, mentes puras en blanco.
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LOS CUADERNOS AMARILLOS por Tarik


Capítulo 1

Perdido en lo mas profundo de las bodegas del museo, un joven ojeaba unos viejos cuadernos escritos a mano. En principio el antropólogo no habría sentido especial interés por los apuntes amarillentos de un arqueólogo desconocido, lo suyo era el trabajo de campo, pero bastaba que le hubieran dicho que aquellos, y en especial aquellos documentos, debían ser quemados y tirados para que se volvieran automáticamente interesantes. A medida que pasaba las páginas, las estrambóticas especulaciones de que las pirámides de Egipto habían sido construidas por una civilización alienígena, que se hacía pasar por los antiguos dioses y habían de ese modo esclavizado al pueblo se le iban haciendo más y más fascinantes, eran demasiadas coincidencias juntas, y él no creía en las coincidencias. Las escondió en su mochila, tenía suficiente basura adentro para que nadie pudiera reconocer que se robaba unos papeles y las llevó a su departamento, si es que a la bodega sucia que llamaba hogar se le podía llamar departamento.
Durante toda la semana estuvo enfrascado en la lectura, relectura y estudio de los apuntes. Cotejó todo lo que contenían con información sacada del mismo museo, cuanta biblioteca había en la ciudad, Internet y su propia biblioteca personal, con los volúmenes mas bizarros y perdidos del la ciencia humanística, pero una y otra vez se enfrentaba al mismo muro, cualquier otra bibliografía parecía ser un montón de imitaciones unos de otros, distintos autores diciendo lo mismo con diferentes palabras, una y otra y otra vez. Lo que contenían los manuscritos era algo nuevo y revolucionario y sin embargo… no dejaba de tener sentido.
Finalmente recurrió al que había sido su profesor guía durante sus años de universidad, el mismo que le había ofrecido ese tedioso empleo de archivador en las bodegas del museo y que nunca hubiera aceptado si no se encontrara en la mas paupérrima de las bancarrotas.
- ¿Quién es el Dr. Daniel Jackson? ¿Trabajó aquí? ¿Le conoció usted? – Preguntó Tarik.
- ¿Cuándo será que aprendas, por una vez en tu vida, a no meter la nariz donde nadie te ha llamado? – le preguntó el viejo profesor con una sonrisa sarcástica. Tarik se estremeció al recordar que fue él quien descubrió que su tutor mantenía una relación amorosa con una estudiante, que a él mismo se le había escapado, medio borracho en una fiesta frente a su señora esposa y que el distinguido catedrático estaba ahora divorciado y manteniendo una relación con una alumna, otra, de hecho, la tercera. Afortunadamente, el episodio ya había sido perdonado.
El doctor Dovrich cerró el cuadernillo y puso sus palmas abiertas sobre él.
- Sabes algo muchacho, la mayoría de las personas tenemos un especie de instinto interno que nos advierte cuando no tenemos que inmiscuirnos en algo ¿Es que tu nunca lo has oído? – Se acercó a la entrada y se paró junto a ella – Deja cerrado cuando salgas, y no me refiero solo a la puerta, me refiero a todo el asunto.
Tarik recuperó el cuaderno del escritorio y salió con el ceño fruncido, era la primera vez que su tutor le negaba su ayuda, excepto tal vez cuando… pero bueno, en ese entonces había tenido sus razones, y en esa ocasión tampoco le había hecho caso, nada mejor que una buena negativa para dejar su curiosidad al rojo vivo.


¿VIRGEN, VENUS O DEMONIO? por Tatenen



Ésta es una historia antigua, pero que habla sobre cosas que nunca cambian. De cómo una mirada se puede transformar en amor; el amor, en arte; el arte, en política, y la política en historia.
Corría el año 1460, y mis pasos me habían llevado a la bellísima región italiana de la Toscana, con sus suaves colinas llenas de cipreses ajenos a la corriente cultural que manaba de su capital, Florencia; estábamos en pleno Renacimiento.
Mi anfitriona era una joven de 15 años llamada Beatrice, hija de una familia noble venida a menos. La habían prometido con un viejo y acaudalado duque al que Beatrice ni tan siquiera conocía; pero no parecía importarle demasiado. El matrimonio era entonces una cuestión más administrativa que sentimental.
Además, Beatrice estaba encantada desde que yo me convertí en su simbionte: la situación la sacaba del tedio y la rutina doméstica a la que estaban sujetas las mujeres de la época, mientras los hombres disfrutaban de todo el bullicio artístico e intelectual del Quatrocento.
Una fresca mañana de Marzo, paseábamos con nuestra dama de compañía por las calles de Prato (la familia no tenía dinero para costearnos un carruaje), yendo al encuentro de la modista, cuando de pronto una mano firme aferró mi brazo. Bueno, estrictamente hablando, el brazo de Beatrice, ya que yo no tengo extremidades; pero para simplificar la narración a partir de ahora escribiré como si yo, Tatenen, fuera a todos los efectos Beatrice, de la que ahora ya sólo quedarán polvo y huesos.
Como iba diciendo, alguien me agarró del brazo, obligándome a detenerme en seco. Era un monje de mediana edad; por el color del hábito y los nudos de su cinto supe que se trataba de un carmelita. Volví la cabeza hacia mi dama de compañía para decirle que diera unas monedas al fraile, pero entonces él me habló:
-No, señora; no busco limosna, ni la necesito. Si os he interrumpido es porque he visto en vos lo que tanto tiempo he estado buscando. Necesito que poséis para mí. -echó una ojeada a mi vestido, que pese a ser de seda tenía unos cuantos zurcidos y remendones, y añadió:- Os pagaré bien.
Me solté de su zarpa; levanté la cabeza, altiva, y repliqué:
-No soy una cortesana, padre, sino una mujer decente y prometida. No necesito vuestro dinero -mentí- y no mostraré mi cuerpo a otros ojos distintos de los de mi marido.
Para mi sorpresa, el fraile se echó a reír.
-En verdad tenéis carácter, señora, pero no tenéis nada que temer. Necesitaba alguien de rasgos finos para un cuadro de la Virgen que tengo que terminar; vuestra piel blanca, vuestros cabellos dorados y vuestra belleza serena tienen un brillo de santidad que yo puedo hacer imperecedero. -bajó la voz y dijo- ¿Y qué mejor si vos salís ganando con un nuevo guardarropa, que a la par que adornar vuestra figura, contentará los ojos de vuestro futuro marido? No lo dudéis, señora, y venid esta misma tarde. Mi casa es la del gran portalón al fondo de esta calle. No faltéis.
Nos dedicó una ligera inclinación de cabeza y se alejó calle abajo.


domingo, 17 de mayo de 2015

PENSAMIENTOS DE UN ASCENDIDO. por Amaunet



Todas las historias cortas deberían comenzar por... “Cuenta una antigua leyenda que...” pero esta historia corta comienza por “Cuando la mente está iluminada: el espíritu es libre y el cuerpo no importa...”. ¿Confuso, verdad? Pues ese es mi estado y mi historia ahora.
Aunque en un principio todas estas frases sonaban bastante descabellada, me costó su tiempo entender el fondo de cada una de ellas. Fue gracias a un Monje en Kheb donde pude escuchar por primera vez expresiones tipo...“El sol es cálido, el viento salvaje. La hierba crece en las orillas. Nadie se puede esconder” o “Los que buscan su identidad, encuentran lo que buscan” e incluso “El relámpago brilla, las chispas saltan y con un solo parpadeo puedes verme”. Y por supuesto mi favorita: “Si descubres que la luz de una vela quema, necesitarás tiempo para asumirlo”. Créanme... en un principio sonaban a rompecabezas de un tipo vestido con hábito que aseguraba que “Un hombre alto no puede esconderse entre el pasto”... como si no pudiera agacharse.
Para colmo, nunca he creído en el destino. Soy un hombre de ciencia, aunque he llegado a ver cosas que podrían haber competido contra esa misma ciencia. Cuando aquel Monje comenzó a explicarme que el destino estaba en mis manos o que la iluminación es algo que no se puede alcanzar si se huye de la muerte, supe que me hablaba de algo grandioso y de que algo también muy grande debería dar a cambio para alcanzarlo. Trató entonces de “liberar mi carga”, de hacerme comprender que el tiempo en realidad no significa absolutamente nada, y que aunque hay muchos caminos que conducen a ese lugar, hay muy pocos que encuentran el suyo. Logré entenderlo al final de aquella misión en aquel planeta pero... fue bastante desesperante al principio: nunca he sido muy bueno jugando a encender velas usando la mente o a quemarme por seguir los consejos de alguien que no comprendo lo que dice, de ahí... lo de mi frase favorita. 

Al grano. Tras aquella experiencia en Kheb, tuve que pasar por otra que me llevaría más cerca de aquella doctrina. Fue el momento en el que para alcanzar “mi camino”, debí entregar lo más grande que un humano posee: la vida. En cierta forma, “morí” para los que me conocían, pero en realidad he ascendido a un lugar donde puedo ver y entender cosas que jamás antes hubiera llegado a pensar. Y tuve la fortuna de poder elegir serlo. Tuve que dejar a mucha gente que apreciaba. Ya no podrían verme, y si lo hacían... probablemente no me creerían.
Una vez abandoné mi cuerpo mortal, he podido viajar por el Universo, que es mucho más grande aún de lo que cualquiera puede pensar. Pude pasearme por mi mundo, sin que aquellos a los que dejé por esto que ahora soy, me vieran. Podía ver a Sam trabajar en la base si sentía nostalgia, podía visitar a Teal’c durante su meditación como antes hacíamos, e incluso podía escuchar a Jack hacer comentarios tan típicos de él aunque como de costumbre, fuera de lugar. Aquello me traía buenos recuerdos y para qué negarlo, los echaba de menos. En cierta forma, nunca pude liberarme de aquellos a los que un día dejé para comenzar esta aventura.