Hel, un día después de
la marcha de Tarik.
Nos movíamos por las calles de esa ajetreada ciudad, la zona
colindante al espacio-puerto estaba muy abarrotada de viajeros y comerciantes.
En algún momento yo andaría por aquí como uno de ellos, si aceptaba la
propuesta de trabajo del alcalde Raynor. Claro que eso fue antes de Khem y con
mi ausencia las cosas podrían haber cambiado.
Luego nos adentramos
en otro barrio menos concurrido de casas individuales hasta llegar a la
consulta privada del doctor Jensen. Un letrero en la puerta dejaba ver el paso
de los años equivalente a la experiencia del médico ejerciendo su profesión.
- ¿Qué tal está Matthew con sus dientes?- preguntó el doctor
al invitarnos a entrar en su despacho.
- Ese analgésico le ha venido de maravilla, ya no se queja
tanto.- respondió Lara agradecida.- Pero hoy le traigo a un paciente más
crecidito.
- ¿Doctor Marseken, verdad?- dijo tras darme un apretón de
manos.- Siéntese por aquí, mirando hacia ese cartel de la pared.- recolocó una
silla en dirección a ese cuadro blanco con caracteres dispuestos en forma
piramidal que iban disminuyendo en tamaño.- Algo había mencionado Lara que
usted llevaba gafas en el pasado, ¿no es así?
- Correcto, cuando era más joven solía usar gafas pero… con
los años ya no las necesité tanto, supongo.- mentí intentando que la vaga
explicación fuera plausible.- Ahora me está costando leer y enfocar
claramente.- Estornudé de forma sonora y me disculpé tras sonarme la nariz
cuando se repitió el estornudo.
- Creo que tampoco vendría mal hacerle un chequeo general.-
dijo el médico ajustándose sus gafas con un gesto preocupado.- Al fin y al cabo
se ha mudado hace poco tiempo aquí, ¿verdad? Eso tiene pinta de ser alergia, si
antes vivía en otra región o en otro planeta con un clima o vegetación
diferente, es muy posible que necesite tomar medicación para evitar estas
contrariedades.
- Sí,- admití con un suspiro cansado.- otra de las dolencias
que tuve hace años eran las molestas alergias.- Lara percibió el tono en que
dije eso y me apoyó una mano en el hombro.
- Bien, pues no se aflija que a ambas cosas se le puede poner remedio.- exclamó el doctor entregándome unas gotas antes de dirigirse a la puerta.- Échese dos en cada ojo y esperaremos unos minutos antes de la prueba visual, mientras subiré a buscar unos materiales para los análisis que le haré después.
- Bien, pues no se aflija que a ambas cosas se le puede poner remedio.- exclamó el doctor entregándome unas gotas antes de dirigirse a la puerta.- Échese dos en cada ojo y esperaremos unos minutos antes de la prueba visual, mientras subiré a buscar unos materiales para los análisis que le haré después.
En cuanto nos quedamos a solas, cogí un espejo que había sobre la mesa y observé mi reflejo. Me había costado dar este paso, admitir mis debilidades y que quizás Lara no vuelva a verme como el valiente que se lanzaba a la acción en los viajes de Lybaras.
Pero también era un indicativo de que ya soy completamente
humano y eso prima más que cualquier desventaja física.
- ¿Qué pasa?- preguntó ella acariciándome el cuello.
- Desde que me escapé de los dominios de Dastan quise
moldear de nuevo mi imagen a mi propio gusto: el corte de pelo, las
vestimentas… pero volver a imaginarme con gafas sólo me traía recuerdos de mi
vida en Kelowna.
- ¿Y eso es malo?
- Mi memoria es un caos, gran parte de mi vida allí, mis
últimos recuerdos parece que hubieran sido ayer. Pero saber que en la realidad
han pasado tantos años y encima luego he estado experimentando tantas cosas…
siendo “consciente” durante breves períodos que han marcado mi actual yo. Sé
que para ti han sido años enteros, pero para mí fueron momentos.- dije
apartando el espejo y tomándola de las manos.- Ya te lo conté en Lybaras, todo
ese último tiempo con Dastan fue duro… me despertaba con instrucciones de cosas
que él quería que hiciese, para luego leerme la mente y aprender desde mi punto
de vista. Pero en cuanto fui descubriendo que podía bloquear algunos recuerdos,
me permití aprender cosas yo. Leer sus archivos, conocer sobre la galaxia, sus
naves.. ya sabes el resto. Pero el paso del tiempo es lo que me tiene tan
confundido.
- En realidad, desde que nos reencontramos en Lybaras hasta
ahora han pasado un par de meses, nada más.
- Sí, de eso soy consciente.- afirmé- He cerrado mi pasado
como si se tratara de un libro que no quisiera volver a leer, asumiendo que
todos los capítulos han concluido ya.
- ¿Sabes a ciencia cierta eso? ¿Cuánto tiempo ha pasado
exactamente?
- Por lo que pude calcular, casi un siglo.- dije notando un
nudo en la garganta.- Comprobé que Dastan me había sacado de Kelowna hacía al
menos ocho décadas o más, según sus registros. En todo ese tiempo ni quiero
imaginarme cuánto puede haber cambiado el lugar donde me crié y la gente a la
que conocí… ya no…
Fuimos interrumpidos por el doctor Jensen, así que ahogué
mis recuerdos y me sometí a las pruebas que quiso realizarme para graduar mi
visión y poder encargarme unas gafas nuevas. Aparte de tomar muestras de sangre
y pincharme con unas cuantas sustancias en los brazos para dictaminar si era alérgico
a los elementos más comunes de allí. Con la promesa de regresar al día
siguiente, nos marchamos.
Esta vez dimos un rodeo por el espacio-puerto y llegamos a
una amplia plaza con el enorme círculo encima de una plataforma. Lara lo señaló
indicando que nos acercáramos allí.
- Antes me quedé pensando,- comenzó a decir ella- que
probablemente no habrás visto nunca un Stargate de cerca, entonces. Por lo que
sabemos en el Comando de tu planeta, la puerta estelar se descubrió bastante
después de que te hubieras marchado.
- ¿Hay uno de estos en Kelowna?- pregunté observando el
anillo de piedra y metal.- La verdad es que sí he visto uno… no en las mejores
circunstancias, pero cuando escapamos de aquella nave donde tú y yo nos
conocimos me desperté en un bosque rodeado de tres jóvenes que me llevaron
hasta una puerta como ésta custodiada por guardias.- Lara arqueó una ceja,
asombrada ante esta información.- Sólo estuve consciente ese rato, luego Dastan
volvió a tomar el control y supongo que activó el portal para escapar de allí.
¿Son como las puertas de Lybaras, no?
- Algo así, es una red interestelar de portales que nos
permite viajar de un planeta a otro en una misma galaxia. O con mayor potencia,
de una galaxia a otra.- me explicó.- El Comando SG del que formé parte tantos años
en la Tierra se estableció después de que en mi planeta se descubriese nuestro
Stargate. Y creo que te mencioné una vez que tuvimos durante una temporada a un
Kelowniano con nosotros. Nuestros mundos se han prestado ayuda en varias
ocasiones. ¿No te gustaría saber qué ha ocurrido en tu planeta?
- No sé si estoy preparado para una lección de historia
moderna todavía.- admití resignado.- Eso implica enterrar más todavía el pasado
y con ello a todos los que conocí.
Casi sin darme cuenta, habíamos caminado unos pasos hasta
una pequeña cafetería con mesitas en el exterior. Nos sentamos en una de las
más alejadas y eso me recordó un poco a Brasil, solo que Lara llevaba unos
pantalones cómodos en vez de aquel vestido azul.
- Hagamos una cosa.- me dijo después de pedir algo para
beber al camarero.- Te cambio esta bebida por una anécdota de tus días en
Kelowna, algo que no quieras enterrar.
- A decir verdad, el último tiempo me la pasaba
desenterrando cosas en sentido literal.- exclamé con una ligera carcajada.- Mi
mesa estaba llena de pequeñas reliquias.- suspiré pensativo, rememorando
visualmente esos detalles mientras jugueteaba entrelazando mis dedos entre los
de Lara por encima de la mesa.- Te habría encantado verlo, desearía tener
algunas de esas cosas aquí para enseñártelas.
De repente noté una sensación de calor en el pecho y la miré
alarmado. Sin soltarla, con la otra mano me palpé el bolsillo superior de la
chaqueta donde un espeso líquido se estaba extendiendo y lo notaba contra mi
piel. Entonces caí en la cuenta: el frasco, el regalo del Azoth. No parecía que
el recipiente de cristal se hubiera roto sino más bien derretido y ahora su
contenido empapaba mis ropas formando una visible mancha.
Me empecé a marear y vi como todo a nuestro alrededor se
distorsionaba. Pensé que iba a desmayarme así que me aferré más a su mano y
cerré los ojos. Al cabo de unos segundos, volví a abrirlos y respiré aliviado
al ver que Lara me ayudaba a ponerme en pie. Sólo había sido un susto. Le
sonreí y me giré a la… ¿pared?
Paredes de madera y el interior de una cocina que era
demasiado familiar. No había sido un susto, sí que había ocurrido algo…
- ¿Dónde estamos?- preguntó ella.- ¿Qué ha pasado?
- El regalo.- dije llevándome otra vez la mano al pecho.-
Tolmeran dijo que podría viajar en el tiempo… ¡no me lo puedo creer!- me giré
sobre mis talones observando el espacio que nos rodeaba.- ¡Es mi cocina, esto
es mi casa!
Lara dio unos pasos hacia fuera de la estancia y caminó a
tientas por un pasillo hasta la única puerta abierta que emanaba luz desde su
interior. Pisó una de las tablas que crujió sonoramente y se quedó paralizada
al ver que allí había alguien más que reaccionó.
Mi “yo” del pasado, con el cabello peinado hacia un lado y
un atuendo que marcaba claramente otra época, se quitó las gafas y se puso de
pie sobresaltado. A Lara se le heló la sangre por unos segundos. Pero entonces
escuchamos otro sonido, alguien estaba llamando a la puerta y ese Barlas pasó
por al lado de Antea como si ella no estuviera allí para ver de quien se
trataba. Otro hombre intercambió unas palabras y los dos se marcharon a toda
prisa, dejándome a Lara y a mí solos en el apartamento.
- Esto ha sido demasiado surrealista.- exclamó ella.
- Dímelo a mí… verme y escucharme como si fuera otra
persona.- tragué saliva.- Parece tan real, estar aquí aunque no lo estemos.-
hice amago de agarrar un jarrón con las manos y mis dedos atravesaron el
objeto, siendo incapaz de sujetarlo.- Somos invisibles.
- Creo que esa era la advertencia, ¿no? Que sólo serías un observador.
Lo que no sabía es que podríamos estar los dos aquí…
- Lo he activado sin querer, lo siento.- me acerqué a ella y
le acaricié los hombros.- Ni recordaba tenerlo en el bolsillo.
- Te pedí una anécdota, no una demostración tan visual.-
bromeó ella y me dio un tierno beso.- Pero ya que estamos aquí, vamos a
aprovecharlo, ¿no? ¿Esta era tu casa entonces?
- Sí.- dije sonriendo al ver tantos detalles simples pero
familiares: la alfombra del suelo, el color de las paredes, mi despacho…- ¡Ven!
De esto te estaba hablando antes.
Entramos en el pequeño pero abarrotado cuarto, con
estanterías de libros, papeles y muebles cubriendo cada rincón. No había muchos
efectos personales, a excepción de la fotografía de una niña con un osito de
peluche. Junto a la ventana había una mesa repleta de objetos. Unos cuantos
planos estaban extendidos sobre la superficie y sobre ellos estaban dispuestos
los papeles, herramientas y estatuillas.
- ¿Has salido con prisa?- preguntó ella viendo el desorden.
Observó el pasaporte abierto y recorrió la fotografía con la yema de sus dedos.
- Estaba redactando algún informe, sin duda.- le expliqué
sintiendo cómo me invadían recuerdos tan cotidianos que me embargaban de
felicidad.- Nunca fui capaz de recordar mi número de identificación y tenía que
copiarlo del pasaporte cada vez que cumplimentaba un informe.
- Ya veo… ¿todos estos son hallazgos?
- Aquí en Lorunis no hay muchos museos.- dije con
resignación.- A la Jerarquía no les interesa que indaguemos en el pasado por si
existe la posibilidad de destapar temas conflictivos. Básicamente no les
interesa que la población conozca que todos los habitantes del planeta
provenimos del mismo lugar o tenemos lazos comunes. Hace siglos que la Unión se
separó y las diferencias sociales entre las naciones van en aumento.
- ¿Y cómo pudiste estudiar? ¿O simplemente desarrollar tu
profesión?
- Mi madre era doctora en arqueología y profesora después.
Casi todo lo que ves aquí lo heredé de ella.- dije con un atisbo de tristeza.-
No es que me haya podido enseñar demasiado, pero crecí leyendo su diario, sus
libros y todo lo que tenía alcance.
- Me dijiste cuando nos conocimos que tus padres murieron
cuando eras muy joven, ¿no?- preguntó buscándome con la mirada.
- Algo así. Mi madre nunca regresó de una expedición, yo era
un adolescente y nunca supe los detalles de lo ocurrido. Mi padre se obsesionó
con encontrarla y le ocurrió algo similar dos años después.
- ¡Vaya! Ahora entiendo por qué nunca me has hablado de esto,
lo siento si…
- No te preocupes.- dije esforzándome por sonreír.- Al fin y
al cabo mi pasado me hizo el hombre que soy. Seguí sus pasos, gracias a sus
amigos pude tener acceso a este mundo tan particular.- dije fijándome en los
objetos desordenados sin poder tocarlos.- Es una lástima que no cualquiera
pueda apreciarlo.
- No entiendo.- dijo mirándome con curiosidad.
- Historiadores, bibliotecarios, arqueólogos… es un círculo
muy cerrado y privado. En Kelowna no son temas que toda la población tenga
acceso. Las investigaciones científicas o de otro tipo son financiadas por el
gobierno, igual que las fábricas y todo lo que les interesa. Pero nosotros nos
manejamos con presupuestos privados.- al ver su sorpresa me encogí de hombros.-
La cultura, o el interés por ella al menos, está limitado a la clase alta. Las
grandes familias han sido siempre los mecenas de la historia.
- ¿Y el estado no interviene?
- La mayoría de excavaciones en las que he trabajado apenas
han aportado restos decorativos o datos que ya se conocían sobre nuestros
ancestros, costumbres de vida cotidiana.- reí con cierto sarcasmo.- Hasta que
apareció el archivo… muy poco era legible, manuscritos deteriorados en su
mayoría, pero confirmaban que esta parte del continente fue la primera en
poblarse mientras que el resto era virgen. Eso podría dar más motivos a los
Andari o Tiranios para reclamar territorios o privilegios a Kelowna. Digamos
que no estuvieron contentos con mis declaraciones.
- ¿Qué ocurrió?- preguntó cruzándose de brazos.
- Desprestigio, reclusión social y hasta… exilio.- bajé la
cabeza y tragué saliva.- Por eso acabé aquí, en este pequeño apartamento en las
afueras de la capital. Preferí adoptar un perfil bajo antes que tener que
marcharme del país. Abandoné las propiedades de mi familia y me llevé mi
orgullo… por fortuna mis conexiones me permitieron seguir trabajando y las
últimas excavaciones me tuvieron meses haciendo trabajo de campo.
Le señalé la fotografía enmarcada que estaba sobre la mesa. Noté
como se esforzaba por no reírse por mi aspecto.
- ¿Anticuado comparado con esto?- dije señalando mis
actuales vaqueros y camiseta verde con chaqueta de bolsillos.
- Desde luego has sabido modernizarte muy rápido, otra cosa
buena que sacamos de Lybaras.- me aseguró.- Pero realmente estaba haciendo un
paralelismo con tu época y su equivalente a la Tierra…- la observé frunciendo
el ceño.- Verás, cuando Jonas Quinn estuvo en el Comando aprendimos que
nuestras civilizaciones habían seguido un avance muy similar, estando nosotros
por delante unos 50 años.
- Entiendo.- dije pensativo.
- Así que si no me confundo con los cálculos, debes haber
vivido en una época equivalente a finales del siglo XIX de la Tierra.- me
explicó con cierto rubor.- Eso explica muchas cosas. Las vestimentas no son tan
anticuadas.- añadió rápidamente, haciendo un gesto con la mano a la fotografía.
- Ojalá pudieras verlo, lo que se ve ahí detrás son los
restos de un templo de Thanos…
De nuevo, inexplicablemente, todo se volvió borroso y
perdimos el equilibrio. Esta vez, Lara no titubeó y se aferró a mis brazos. Unos
segundos más tarde, nos encontrábamos rodeados de un entorno muy diferente. El
calor era patente y al no haber árboles cerca, se notaba más aún. Me desprendí
de la chaqueta y Lara hizo lo mismo. Desde
donde estábamos, se podía ver casi todo el despliegue con el templo circular en
el centro. Tardamos un momento en recomponernos del salto.
- Te presento mi mayor hallazgo.- exclamé sonriente.- Esta
zona está muy al norte y alejada de las poblaciones, pero según descubrí es
donde se hallaría este templo del falso dios.
- Recuerdo vagamente por lo que leí en informes sobre
Kelowna que tardarían muchos años en descubrir otras ruinas Goa’uld que
incluían el Stargate.
- Es irónico.- comenté con la mirada fija en otra parte.
- ¿El qué…?
- Que sea justo este día.- con un ligero temblor, le indiqué
con la cabeza para que mirase al cielo, donde una nave acababa de descender
dejando estupefactos a los pocos trabajadores
que se encontraban allí.
Una figura ataviada con un llamativo traje dorado descendió
por la rampa de la nave, observando todo el entorno con detenimiento y chasqueando
la lengua al ver el estado del templo que estaban desenterrando. Uno de los
obreros asustadizos intentó huir y ese fue el detonante… el Goa’uld con toda
celeridad usó su brazalete para fulminarle y acto seguido disparó uno tras otro
contra los restantes. Todos excepto uno.
Se acercó maravillado contemplando ese rostro, le habló con
su voz metálica pero estábamos lo bastante alejados como para no oír sus
palabras. La conversación no duró mucho y cuando empezó el forcejeo tuve que
apartar la mirada que ya se me estaba empañando por las lágrimas de rabia.
- Siento que hayas tenido que revivir ese momento.- dijo
Lara acariciándome la espalda para intentar darme ánimos.
- Tenerte aquí a mi lado, recordándome todo lo que he ganado
después, es una gran diferencia.- dije girándome hacia ella con el rostro un
poco más compuesto.
- Y aquí me tendrás siempre que lo necesites.- respondió sosteniendo
la mirada, no sé cuántos segundos pasaron pero no dejamos de mirarnos a los
ojos.
- Lo sé.- dije finalmente.
Había ocurrido otra vez, solo que sin mareo ni pérdida de
equilibrio, pero nos habíamos transportado a otro lugar y cuando alcé la mirada
vi el tejado de la cafetería de Hel, donde todo había comenzado. Sellé mis
palabras con un beso, agradecido por una parte de haber traído a la luz
recuerdos de esa vida que nunca recuperaría y a la vez esperanzado de construir
una nueva aquí en Tyr.
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