jueves, 21 de abril de 2016

HIC SVNT DRACONES (parte 2) por Amaunet

Antea estaba a escasos dos pasos de la hornacina cuando accionó el interruptor de su radio para pedir la información que Hiram le había sugerido.  No había sujetado la radio para hablar por ella, cuando toda la instancia retumbó tras un extraño tintineo, haciéndoles casi caer al suelo. Cinco segundos fueron suficientes para que toda la situación a su alrededor cambiara. Hiram se giró sobre sí mismo con la linterna en la mano, temiendo lo peor. Llevó su vista hacia el damero del suelo que se había puesto en movimiento, debido a algo redondo y metálico que estaba encima de uno de los cuadrados esculpidos en roca. Estaban a escasos diez pasos del enorme puzzle y a menos de dos de la hornacina. De repente el temblor había ocultado parte del suelo, y una extensa nube en tonalidades diferentes en verde y amarillo había comenzado a inundarlo todo.

Antea levantó su arma… Hiram instintivamente sacó del borde de su chaqueta de cuero su estilete afilado. La nube tóxica lo inundaría todo en cinco segundos más, aquel era el tiempo que diferenciaba la vida de la muerte en aquel sitio, por mucho que ambos instintivamente contuvieran la respiración. Antea sabía que lo arriesgaba todo a una corazonada llegado a se punto, pero no había opción, soltó el arma dejándola colgada del cinto a su cuerpo, usó una mano para ponerla sobre el hombro de Hiram y estiró la otra hacia el espejo de la hornacina. Hiram se sorprendió ante aquella reacción y levantó su pequeña y afilada arma hacia adelante mientras veía todo aquello a cámara lenta. La mano de Antea en su hombro, la otra en dirección a tocar el precioso espejo de obsidiana, y un segundo después, algo topó contra Antea haciéndola un corte en el brazo que estiraba a tocar el espejo, y casi haciéndola caer. En ese momento Hiram pasó de tensión muscular absoluta a acción devastadora absoluta, cambió de posición con el arma preparada y afilada en la mano y sujetándola a modo puñal la llevó hacia adelante prácticamente a la vez que soltaba la linterna para usar esa mano en sujetar a Antea y evitar que cayera al suelo. No sabía con seguridad si conseguiría su objetivo, y no lo supo hasta que su puño con arma en él, topó contra lo que sin duda era un cuerpo, aunque invisible a la vista, ahora saeteado por su afilada arma.

Iban a morir, pero Shibila caería con ellos, y entonces sintió un latigazo tremendo por todo el cuerpo. Sólo podía describirlo de esa forma, porque sabía lo que era ser latigueado. Cerró los ojos ante el dolor sin soltar ni el arma afilada clavada, ni el brazo de Antea que aferraba enrollado con su fuerte brazo sujetando con su mano el antebrazo de ella en una posición extraña. 
Solo humo y absoluto vacío primero… Fuego infernal y el retumbar como de un terremoto después. Y entonces se hizo de nuevo el silencio en aquel lugar milenario.