Antea
estaba a escasos dos pasos de la hornacina cuando accionó el interruptor de su
radio para pedir la información que Hiram le había sugerido. No había sujetado la radio para hablar por
ella, cuando toda la instancia retumbó tras un extraño tintineo, haciéndoles
casi caer al suelo. Cinco segundos fueron suficientes para que toda la
situación a su alrededor cambiara. Hiram se giró sobre sí mismo con la linterna
en la mano, temiendo lo peor. Llevó su vista hacia el damero del suelo que se
había puesto en movimiento, debido a algo redondo y metálico que estaba encima
de uno de los cuadrados esculpidos en roca. Estaban a escasos diez pasos del
enorme puzzle y a menos de dos de la hornacina. De repente el temblor había
ocultado parte del suelo, y una extensa nube en tonalidades diferentes en verde
y amarillo había comenzado a inundarlo todo.
Antea
levantó su arma… Hiram instintivamente sacó del borde de su chaqueta de cuero
su estilete afilado. La nube tóxica lo inundaría todo en cinco segundos más,
aquel era el tiempo que diferenciaba la vida de la muerte en aquel sitio, por
mucho que ambos instintivamente contuvieran la respiración. Antea sabía que lo
arriesgaba todo a una corazonada llegado a se punto, pero no había opción,
soltó el arma dejándola colgada del cinto a su cuerpo, usó una mano para
ponerla sobre el hombro de Hiram y estiró la otra hacia el espejo de la
hornacina. Hiram se sorprendió ante aquella reacción y levantó su pequeña y
afilada arma hacia adelante mientras veía todo aquello a cámara lenta. La mano
de Antea en su hombro, la otra en dirección a tocar el precioso espejo de
obsidiana, y un segundo después, algo topó contra Antea haciéndola un corte en
el brazo que estiraba a tocar el espejo, y casi haciéndola caer. En ese momento
Hiram pasó de tensión muscular absoluta a acción devastadora absoluta, cambió
de posición con el arma preparada y afilada en la mano y sujetándola a modo
puñal la llevó hacia adelante prácticamente a la vez que soltaba la linterna
para usar esa mano en sujetar a Antea y evitar que cayera al suelo. No sabía
con seguridad si conseguiría su objetivo, y no lo supo hasta que su puño con
arma en él, topó contra lo que sin duda era un cuerpo, aunque invisible a la
vista, ahora saeteado por su afilada arma.
Iban
a morir, pero Shibila caería con ellos, y entonces sintió un latigazo tremendo
por todo el cuerpo. Sólo podía describirlo de esa forma, porque sabía lo que
era ser latigueado. Cerró los ojos ante el dolor sin soltar ni el arma afilada
clavada, ni el brazo de Antea que aferraba enrollado con su fuerte brazo
sujetando con su mano el antebrazo de ella en una posición extraña.
Solo
humo y absoluto vacío primero… Fuego infernal y el retumbar como de un
terremoto después. Y entonces se hizo de nuevo el silencio en aquel lugar
milenario.
∞
Ahí estaba. Lo había logrado. La fortuna estaba de su lado. Fue todo un acierto el cambio de estrategia cuando aquel caza recompensas reconoció Tauri en el mapa de Nara´ye. Aunque en un principio el plan era un largo y costoso viaje, su cambio de estrategia al comprobar que quizás había otra opción dado que parecía conocer a los Tauri, le había abierto una nueva y gran posibilidad. Fue un riesgo en ese momento, pero ahora que veía el espejo sabía que el riesgo había merecido la pena.
Oculta bajo el manto de invisibilidad de su inseparable
dispositivo modificado, tras lanzar un aparato explosivo redondo al sobrepasar
el otro lado del cuadrilátero gigante según las indicaciones correctas, sabía
que disponía de sólo unos segundos. El lugar acabaría con ellos: por la explosión
o por el veneno, mientras ella simplemente, realizaba la acción que acababa de
ver que la Tauri iba a hacer: tocar el espejo.
Y
las yemas de sus dedos palparon la superficie pulida del objeto tras crear el
caos en la sala, e impedir que la humana lo tocara, abriéndose paso con su
hermosa y pequeña daga katar de la que jamás se separaba, a la vez que sintió
dos cosas: un agudo dolor en un hombro y un brutal latigazo en todo el cuerpo,
como si miles de voltios la atravesaran el cuerpo.
∞
El
pitido en los oídos era infernal. No podía compararlo a nada que hubiera vivido
antes. No era como el sonido sordo que te dejaba una explosión cercana, ni tampoco el que uno sentía cuando te
golpean con fuerza brutal la nariz. No, aquello era peor. Tanto, que el escozor
que sentía en el brazo era como un simple y relajante cosquilleo. Trató de
abrir los ojos, sabía que tenía que obligarse a ello.
Había sentido el latigazo
y se sentía aturdida y mareada, pero tenía grabada en la retina la secuencia de
segundos vivida en el profundo templo de Tezcatlipoca bajo el Palacio
Arzobispal y casi podía revivirla en sus párpados cerrados mientras hacia esfuerzos
por no pensar en el pitido chirriante de los oídos. Con esfuerzo supino logró
entreabrir los ojos, y ver una pantalla gris a través de sus pestañas. Entonces
también se percató de que escuchaba una voz, una que parecía lejana.
Instintivamente trató de moverse, y palparse el pecho en busca de su arma.
Debía estar allí...
-
… tea… mos… No me… to…- trató de mover la cabeza parecía que el sonido del
pitido en los oídos disminuía, o quizás sólo se estaba acostumbrado a ello. La
voz lejana parecía apremiar. Cerró los ojos apretándolos con fuerza esperando
así volver a abrirlos y tener una visión completa. Y lo logró. Los abrió de par
en par viendo una luz mortecina como de anochecer grisáceo. Nubarrones negros y
grises teñían un cielo extraño. Dio una bocanada de aire mientras volvía a
tantear en busca de su arma y su nariz y su garganta notaban un espeso aire,
caliente y cargado, con un extraño olor como de mezcla de metales.- ¿Puedes
oírme? - Antea fijo la vista en el rostro que apareció de golpe ante su visión
distorsionada que parecía recuperarse, no tanto así el pitido de sus oídos.
Reconoció inmediatamente el rostro de Hiram, aunque era un rostro diferente al
que conocía: ceño fruncido, ojos nerviosos, expresión apremiante esperando una
respuesta y voz seria… demasiado seria.- Necesito que responsas. No podré
ayudarte si no me respondes.- notó que la agarraba una mano.- Parpadea o
apriétame la mano si puedes oírme.
-
Si.- alcanzó a decir antes de necesitar toser al responderle. Al hacerlo sintió
que los pulmones le ardían, y se percató que debía estar tumbada en un duro
suelo.
-
Relájate ¿vale? Trata de respirar y relajarte. Los oídos te deben estar
torturando pero pasará…- dijo él a la vez que se abría la cremallera de la
cazadora de cuero y rebuscaba en sus bolsillos tanto de ésta como de los
pantalones negros que llevaba, con bolsillos adicionales. Antea trató de hacer
lo que le indicaba y lo logró durante unos momentos hasta que Hiram comenzó a
manosear su chaleco como si no hubiera un mañana, abriendo bolsillos a la
desesperada y rebuscando por todas partes.
-
Para, por favor…- dijo con un hilo de voz a la vez que Hiram lograba extraer de
uno de los bolsillos un contenedor metálico donde esperaba encontrar agua.
-
Ya quisiera yo poder parar.- Antea trató de incorporarse, sin duda estaba en el
suelo. Su vista se había recuperado por completo y parecía que los oídos
estaban en ello.- Espera… despacio.- dijo él ayudándola. Antea se vio entonces
sentada en el suelo en un lugar totalmente desconocido. Estaba claro que no era
México.
Miró
a su alrededor, el lugar parecía una plataforma de piedra gris gigantesca, pero
lo increíble de ella eran las rocas grises en la misma tonalidad que parecían
florar en el aire. Al menos la que tenían a la izquierda. Toda su base en el
aire estaba resquebrajada y de ella caía un liquido rojo anaranjado que bien
podría ser lava. Allá donde mirara eso era lo que veía, el mismo tipo de suelo
y el mismo tipo de piedras gigantes con forma de menhir, unas colgando en el
aire suspendidas, y otras en el suelo, y todas con su base igual. En aquel
circulo extraño contó tres en el suelo y una en el aire. Pero su vista alcanzó
a ver que había más círculos como aquel, y más rocas diseminadas allá donde
miraba todo envuelto en luz mortecina y cielo repleto de nubes de un gris
plomizo. No tenía ni idea de donde estaban, pero aquello no era la Tierra.
Aquello la hizo recuperar de golpe su instinto de supervivencia volviendo de
nuevo su vista hacia Hiram que había sacado una extraña bolsa como de tela de
su chaqueta, de color plata y ahora vertía todo su contenido en el tapón grande
de su pequeña cantimplora donde había vertido primero algo de agua. Justo iba a
preguntarle qué hacia cuando se percató de dos cosas: que tenia vendado un brazo
sin saber muy bien cuándo había ocurrido aquello aunque sí cuando se había
hecho daño, y que la espalda de la cazadora de Hiram estaba destrozada, entre
derretida y agujereada.
-
¡Estás herido! - exclamó sobresaltada.
-
En mi orgullo.- dijo él tendiéndole el vaso con el contenido del potingue que
acababa de crear.- Bebe.- La mirada de ella fue de absoluto interrogante.- Soy
Tok'ra… Tengo el poder de auto curarme, algo que los Tauri no tenéis. Bebe. Es
raíz de Adama, y dado que seguro no sabes qué es, te diré que es mejor que
cualquier cosa que tenemos en la Tierra. Tenéis…- se corrigió.- Vale para
cualquier veneno… incluido el del pez globo de la Tierra. Así que, por favor,
bebe.- Dijo aquello con tanta seriedad, convicción, súplica y dureza que Antea
abrió los ojos con absoluta certeza. Aquel tipo que la miraba esperando
obedeciera, de Hiram no tenía nada. Él la miró esperando respuesta.- ¿Voy a
tener que hacerte el avión? - la espetó. Vale, ahí estaba el Hiram que conocía.
Tomó el mejunje en la mano sin protestar para beberlo.
-
¿Y tu? También has estado expuesto al veneno. ¿Tu larva te ayudará? - Hiram
hizo un simple gesto de asentimiento aunque la verdad no era de mucho
convencimiento. Hiram rebuscó de nuevo en los bolsillos de su mal parada
chaqueta de cuero marrón mientras la veía beber y poner cara de asco. Ahora que
había recuperado por completo la vista y el dolor de los oídos había disminuido
se fijó que tenía ensangrentada también una mano. Él se percató de la pregunta
que iba a hacer antes de que la hiciera, a la vez que guardaba la bolsita de
antídoto ahora vacía.
-
No es mía… Una parte es tuya. Esa desgraciada de Shibila te dio un buen tajo,
por suerte tenía demasiada prisa para hacer más daño. El vendaje es
provisional, pero tengo más por aquí.- dijo golpeándose la chaqueta.- Lo sé, es
formidable, con estilo, impermeable, y modificada… Eso lo aprendí de Elle.-
Antea sintió de repente ganas de reír ante su comentario, pero trató de
contenerse.- ¿Puedes levantarte? No querría permanecer más tiempo del necesario
aquí, al descubierto. Esa zorra anda por ahí, usando un dispositivo de
invisibilidad con mi abrecartas clavado.
-
Por eso cruzamos a este lugar. Traté de tocar el espejo, pero ella se adelantó.
-
Y yo la apuñalé por tramposa.- dijo él a la vez que ella se levantaba y él se
giraba para recoger su arma, en el suelo. Se la entregó en cuanto vio que Antea
se podía sostener en pie sin problema.- Espero que tengas un plan para salir de
donde estemos, porque salí de un planeta helado para acabar en este encantador
lugar repleto de lava y demasiado calentito para mi gusto.
-
¿Estamos en Cetus? - dijo ella en forma retórica mirando a su alrededor. Hiram
volvió a su temple serio, mirando de un lado a otro con total desconfianza.
Estaba claro que esperaba que la Jaffa les saltara encima en cualquier
momento.- No… esto no puede ser Cetus.
-
¿Y dónde estamos entonces? - preguntó él.- Además, sinceramente, aún no sé por
qué estamos arriesgando la vida. No me mal interpretes, arriesgaría la vida con
tal de arrancarle el corazón con mis manos a Shibila por el mero hecho de
haberme tomado el pelo. Y… ¿Cómo sabes que esto no es Cetus?
-
Bueno, corazonada, supongo. Mira a tu alrededor, no hay nada que tenga que ver
con el lugar del que venimos y… este lugar más bien parece...
-
¿Un horno? - Ambos se miraron a la vez.
-
Fornax.- dijeron al unísono.
-
Estamos en los confines de lo conocido… Estamos...
-
Literalmente, a tomar por culo.- dijo Hiram con tono seco y cortante mirando a
su alrededor.- Y no veo espejo de vuelta querida, Alicia.
∞
Un
fuerte temblor se produjo en ese momento, daba la sensación de que aquel lugar
iba a quedar vaporizado en cualquier momento.
Antea
caminó por la extraña plataforma circular seguida de cerca por Hiram que miraba
a todos lados, el calor comenzaba a ser agobiante, habían tenido una suerte
demasiado grande. Acabar en un lugar así, y que pudieran respirar era casi un
milagro. Pero si lo pensaba, el motivo por el que estaba allí era el cetro, y
sin duda los creadores del mismo, tenían que ver con la información que habían
obtenido de la Destiny. Así que de alguna forma enrevesada, era lógico pensar
que aquel lugar hubiera tenido vida en algún momento. No tenía muy claro cómo
era posible que aquellos enormes menhires se sujetaban en el aire de aquel
lugar, porque estaba claro que fuerza gravitatoria había, sus pies estaban en
el suelo. Tenía que haber algún tipo de información en aquel extraño lugar que
les llevara al lugar donde ella había esperado ir. Aquella sólo debía ser la
prueba, o antesala de su objetivo.
Avanzó
hacia uno de los menhires, que permanecían en el suelo, el calor era mucho
mayor aún cerca de él, debido a que su base estaba totalmente incandescente.
Canales estrechos, recorrían aquel enorme círculo de piedra, todos llenos de
lava. No toda la zona lo estaba, lo cual era también una suerte, y parecía que
los surcos formaban dibujos realizados en piedra en toda la superficie. Algunos
aún estaban al rojo vivo, pero otros parecía que el paso del tiempo había
dejado solo las trazas. Y luego estaba aquel menhir, que ahora que miraba
mejor, parecía suspendido en el centro de toda aquella estructura. Llevó su
vista a lo alto de aquella gigantesca roca suspendida, con su base goteando
líquido incandescente. Al volver a bajar la mirada se encontró con la de Hiram
que sin duda, esperaba una respuesta a las preguntas que hasta ahora había
ignorado.
-
Vale un… menhir en el centro, suspendido… tres en el borde en el suelo. Un
grupo de dos casi juntos, y otro mayor al otro lado del círculo de forma
opuesta otro en el suelo mayor en tamaño que estos.- dijo ella haciendo un
resumen de lo que veía.
-
Y no es el único. Dime que no tendremos que revisar todo esto… no tengo vista
de elfo, pero cuento al menos dos estructuras parecidas desde aquí. Eso sin
contar con las tres gigantescas rocas medio ocultas y también en el aire que se
ven desde aquí. Quizás sean las montañas de este sitio.- comentó él.
-
La respuesta tiene que estar aquí. El espejo nos soltó en este lugar, y aquí
debe estar la solución.
-
En un bonito horno…- dijo Hiram con un ligero suspiro. Toda aquella información
le abrumaba. Se sentía bastante inútil. Él era bueno en resolver situaciones,
pero no de ese tipo. Se giró sobre sí mismo, oteó la zona… varias veces. No le
gustaba un pelo aquel lugar, no le gustaba nada estar tan lejos y sin
posibilidad alguna de conseguir apoyo y para colmo no sólo con la información
justa, sino también con material justo. Y olía a esa Jaffa… la sentía… sabía
que no andaría lejos. Tenía que pensar como deshacerse de ella. Era una amenaza
en potencia. Su cerebro comenzó a hacer lo que se le daba bien, buscar formas
de protegerse, de escape, o de atacar por sorpresa… Claro que las opciones no
eran muchas. Y el dolor no ayudaba. Aunque no era tan insoportable como cuando
llegó, todo había que valorarlo.
-
¿Me estás ignorando? - escuchó de repente. Se giró para mirar a Antea que
parecía haber tenido una conversación consigo misma.
-
Ehm… no. Nunca.- Ella le miró con curiosidad.
-
¿Crees que está por aquí, verdad? - dijo ella mirando a su alrededor.
-
Tu preocúpate por resolver el problema de las piedras, yo me ocupo de lo demás.
Y si fuese rápido… lo agradecería, la verdad.
-
No sé como resolver esto, sinceramente.- dijo ella frotándose la frente con
ambas manos esperando contrarrestar así su falta de información.
-
Oh vamos… Te he visto en acción, ¿vale? Resuelves este tipo de cosas
constantemente. Acabas de hacerlo hace un momento ¿recuerdas? Tierra, Fornax…
Vale pues ahora… Fornax, Cetus. Y además, te encantan las piedras...
-
Dando ánimos eres bastante patético.
-
Pero dando hostias no me gana nadie.- respondió de carrerilla a su comentario.
Aquello hizo sonreír abiertamente a la Teniente Coronel. Al bajar la mirada
para ocultarle aquello se fijó en las líneas del suelo… Su semblante se volvió
serio al percatarse de que eran demasiado regulares como para ser algo natural
que produjera aquellas emanaciones de lava… asumiendo que fuera lava por el
calor que desprendían, claro.
-
Necesito… tengo que… - dijo sin terminar la frase mientras avanzaba a toda
prisa recorriendo con la vista todas aquellas líneas que hasta ahora le habían
parecido accidentales. Hiram trató de seguirla.
-
Sé más específica, ¿qué?
-
El suelo… Esto no puede ser casual.- dijo agachándose para tocar con las yemas
de los dedos una de los canales vacíos. Estaba caliente, aunque no
exageradamente.- Tres menhires, uno en el centro… los otros tres alejados,
diferente distancia. Hay un cuarto fuera de esta estructura…- Se puso de nuevo
en pie para mirar el menhir suspendido, y se percató de un pequeña roca al lado
suspendida también junto a él, mucho más pequeña en la que hasta ahora no se
había percatado.- Mira.- dijo ella con una sonrisa embelesada.
-
¿Que mire qué?
-
No, Mira. Así se llama la estrella más brillante de la constelación de Cetus. Y
en el suelo… Mira.
-
¿Mira también está en el suelo? - preguntó Hiram confuso buscando a su
alrededor algo parecido.
-
No, que mires el suelo de toda esta plataforma. Creí que era algún tipo de
formación producida por esta… lava. Pero ahora que me fijo, es demasiado…
perfecta. Parece esculpida en el suelo.- Hiram observó la enorme estructura. La
verdad es que era difícil fijarse en ella con aquel enorme pedrusco suspendido
en el aire de forma mágica en su centro, pero cierto era que toda la zona
parecía cubierta de lineas, y todo parecía tener forma de algo. Pero era
complicado saber qué a nivel del suelo. Trató de hacer cálculos con respecto a
lo que conocían hasta ahora, y la información que ella acaba de soltar… Giró un
par de veces sobre sí mismo y como si ambos pensaran lo mismo, se miraron a la
vez dispuestos a hablar al unísono. Al darse cuenta de que iban a
interrumpirse, los dos se quedaron callados.
-
Parece que lo has resuelto.- dijo él.- Si el pedrisco este es Cetus, y encima
tiene a la pequeña Mira, aquello debe ser Eridanus, aquel de allí Sculptor, y
el más alejado de todos Piscis.
-
Y si como parece, nosotros estamos en Fornax… Todas estas líneas y surcos, y
dibujos… Desde arriba deberíamos de poder ver a la gran ballena.- comentó ella
con una sonrisa.
-
A partir de aquí, monstruos.
-
Eso es. Si un espejo nos trajo aquí, otro debería permitirnos avanzar.- dijo
ella mirando a lo alto del menhir suspendido en el aire.
-
Dime que no tendremos que hacer escalada.
-
Tiene que haber alguna forma de subir.
-
Ese pedrusco está suspendido en el aire Antea, ¿a cuanto de nosotros…? ¿10
metros? Y aunque esto tiene pinta de horno, dudo que podamos llamar a los
bomberos.- Antea frunció momentáneamente el ceño mirándolo sin entender.-
Bomberos… escalera…- ella puso los ojos en blanco ante su comentario.
-
Pues hay que buscar la forma.- dijo ella rebuscando en un bolsillo de su
chaleco, sacando la pequeña cámara, para poder llevársela a los ojos y mirar
más de cerca la estructura. Cierto era que no pintaba nada bien, posiblemente
incluso aquella roca estuviera a más de 10 metros… Una caída desde allí era una
muerte segura.
De
repente la luz de lugar cambió. Hiram miró hacia las nubes extrañas, grises y
espesas… parecía como si el cielo aquel fuera a abrirse tras acabar una
tormenta. Aquel lugar, en el fondo tenía su encanto. Parte de las nubes
parecieron disiparse momentáneamente, dejando entrar luz natural del otro lado,
quizás del sol, o soles de aquel sitio. El lugar pareció iluminarse, y verse
extrañamente de otra forma, con más luces y sombras. Antea oteó despacio con el
zoom de la cámara la roca, que desde allí abajo parecía pulida, pero realmente
no lo era. Tenia formas, canales, surcos, cierto que por alguno de ellos
parecía chorrear aquella extraña lava, pero la fría tan alargada que tenía, y
ahora que la zona parecía bañada por una extraña luz ambiental, podía
diferenciar desde allí un surco lo suficientemente ancho alrededor como para
poder caminar, no sin peligro, por él ascendiendo a la cumbre. Avanzó unos pasos
hasta colocarse casi de bajo, y algo pareció detenerla. Estaba allí, no se veía
a simple vista… pero parecía como una pared, o algún tipo de estructura,
oculta.
-
Parece que aquí está tu escalera.- Hiram se acercó y tanteó lo que hasta ahora
parecía el vacío. Sin duda era lo que les permitiría subir, si lograban saber
qué forma tenía y cómo usarlo a su favor para ascender.- ¿Alguna idea?
-
¿Para hacer visible una escalera de salida del infierno invisible a simple
vista? Quizás…- dijo pensativo. Luego la miró.- Pero va a costarte una botella
de Macallan, por lo menos.- Rebuscó en los bolsillos de su maltrecha chaqueta y
extrajo una petaca grande que parecía de plata. Desenroscó el tapó, y propinó
un trago corto mientras ella le miraba sin tener muy claro cuál era el
propósito de aquello. Luego, comenzó a mover la petaca en todos los sentidos
que pudo, mientras esta se vaciaba… roció con el líquido que salía de ella toda
la zona más cercana y hasta donde le permitió lanzarlo hacia arriba y el
líquido parecía quedarse suspendido en el aire. Cuando creyó que era
suficiente, y quedando la petaca completamente vacía hurgó en el bolsillo de su
pantalón y extrajo su zippo. Un giro de muñeca y un chasquido y el mechero se
encendió a la primera, luego lo acercó a la estructura empapada que prendió al
segundo extendiéndose por toda la zona en donde había llegado el liquido con un
fuerte fogonazo, Hiram se apartó con rapidez para no perder ni el pelo ni las
cejas. La pared ahora quedaba marcada por el reguero de fuego que ascendía allá
donde había llegado el líquido, y se detenía en lo que parecía un resorte que
ahora era claro, y negro debido al calor del fuego.
-
¿Eso era alcohol? - preguntó Antea viendo que aunque alto, ahora al menos podía
alcanzar lo que parecía el comienzo de una estructura estable que llevaba hacia
arriba y que quizás acabara en el borde de comienzo de ascensión al enorme
menhir.
-
No.- respondió él simplemente. Viendo que ella seguía mirándolo intentando
entender, se encogió de hombros.- A Scar le encantaba destilar cosas… El
resultado de todas ellas, es un gran arsenal de distintos tipos de líquidos que
siempre prenden con múltiples usos, uno de ellos tener una resaca descomunal al
día siguiente. Puedo alzarte al borde ¿te ves capaz? - dijo él señalando con la
vista el brazo vendado.
-
Mírame.- dijo ella echando atrás el arma y guardando la cámara. Hiram se colocó
justo debajo de la zona chamuscada, que ya no tenía fuego y entrelazó los dedos
para hacerle un escalón a ella, y que pudiera alzarse al borde. Aunque herida,
Antea logró alcanzar el borde a la primera y subirse a él. Miró hacia arriba,
tanteó con los pies, y buscó con las manos a su alrededor, efectivamente era
algún tipo de estructura de subida, con algún tipo de pasamano, que esperaba no
desapareciera, aunque no pudiera verlo y tuviera que subir a ciegas.
-
¡Venga R! ¡Lanza tu larga melena y subiré por ella para salvarte! - dijo Hiram
desde abajo.
-
No hay mucho espacio aquí arriba.- comentó ella ignorándole.- Quizás pueda
seguir ascendiendo...
-
Ni de coña.- dijo él sin dejarla acabar.
-
Pues salvo que lleves una cuerda en esa chaqueta, la cosa está complicada.
-
¡Oh por Dios! ¡Eso es un mito! Podemos arreglar armas con nuestros trajes
Tok'ra, pero no podemos hacer cuerdas.
-
Deja que intente al menos subir un tramo, y ver si hay alguna forma de subir
por otro lado que no veamos.
-
Me parece una pésima idea.
-
Estaré bien.- dijo ella desde el borde. Se sacó el arma con el cinto por la
cabeza, y lo sujetó por el cordón para dejárselo caer a él.- Dispara a todo lo
que se mueva, que no sea yo, a ser posible.- Hiram sujetó el arma con ambas
manos y luego se colgó la misma usando el cordón. Al menos si Shibila se le
ponía a tiro, no dejaría pasar la oportunidad. Vio a Antea tantear la zona,
sujetarse y arrastrar las manos hacia adelante, como si tuviera asido algo, que
desde abajo no se veía, la vio avanzar penosamente, durante varios minutos. Con
mucho cuidado de donde ponía los pies y las manos, vio que alcanzaba el borde
de la roca, y que la lava caía de él. La vio mirar hacia arriba, buscando la
forma de pasar aquello y seguir ascendiendo, esta vez por el borde del menhir,
en un camino en espiral alrededor de él. Antea visualizó un borde por encima de
ella, al que alcanzaba sin problema, y que si hacía el impuso necesario, le
llevaría a borde del camino de ascenso. Sólo necesitaba darse el impulso
necesario para alcanzarlo, y lograr poner los pies en sitio seguro. Tras unos
segundos para controlar sus respiración, hizo la maniobra tan rápido como pudo.
Hiram desde abajo vio su menudo cuerpo pasar de una zona que no veía a otra que
sí casi quedándose sin respiración.
-
¿Y luego soy yo el temerario, no? - gritó para hacerse oír desde abajo. Antea
se alzó pegando la espalda a la pared del menhir… aquella ascensión sin
barandilla prometía ser complicada.
Justo
al acabar aquella frase el lugar pareció volver a sacudirse como ya había hecho
antes. Hiram dio un salto atrás, al ver que de repente el escalón demasiado
alto chamuscado por encima de su cabeza, daba un bajón y veía por el rabillo
del ojo como Antea perdía pie del borde. Por instinto soltó el arma buscando la
posición para colocarse justo debajo y semiflexionó la rodillas esperando tener
que sostenerla en la caída, lo cual dada la altura, era algo bastante estúpido…
luego vio a Antea sujeta del borde por una mano, mientras trataba de llevar la
otra, la del brazo herido, hacia el borde para sujetarse, quedando suspendida
en el aire.
-
Maldita sea.- dijo él entre dientes mientras la veía hacer esfuerzos para
colgarse con ambas manos. Miró el escalón
más bajo que antes y optó por la opción desesperada, tras dar varios
pasos atrás, tomó carrerilla y trató de alcanzar el borde. Al primer intento no
lo logró, pero si al segundo.- ¡Ya voy! ¡Aguanta! ¡Ya llego! - exclamó casi sin
aliento mientras usaba todas sus fuerzas para alzarse en el estrecho escalón,
buscando algo donde zafarse, y teniendo la sensación de agarrar algo que no
veía. Daba igual si aquello le ayudaba a subir a la desesperada. Logró poner
las rodillas en el borde y hacer un último impulso que le llevó a quedar de pie
en el borde. Se giró para ver la situación. Antea había logrado agarrarse con
ambas manos y ahora usaba su fuerza para volver a subir al borde. Hiram recordó
como ella había tanteado la zona, buscando como ascender, y trató de imitarla,
comenzando el penoso ascenso, cuando no llevaba ni tres pasos se detuvo.
-
¡Para! ¡Espera! - se paró en seco al escuchar su voz y miró hacia arriba. Antea
estaba sentada en el borde, con las piernas colgando y la espalda contra la
pared del menhir. Hiram suspiró abiertamente al ver que estaba en cierta forma
segura. Luego volvió a mirarla.
-
Este pedrusco ha descendido… Algo me dice que se va a volatilizar en cualquier
momento. Como todo este maldito sitio.- Antea se llevó la mano al brazo herido.
-
Pues entonces mueve el culo hasta aquí, y subamos juntos hasta arriba.- Dijo
ella mirando hacia la pequeña roca de Mira suspendida en el aire, y de la que
podía ver una pequeña hornacina, y dentro de ella, el reflejo de un espejo de
obsidiana gracias a la luz que entraba desde las gigantescas nubes negras.
∞
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