domingo, 14 de agosto de 2016

HIC SVNT DRACONES (FIN) por Amaunet


     La estructura parecía que iba a caerse encima de ellos si entraban. Pero una vez estuvieron en su interior, el lugar parecía bastante seguro. La noche ya casi era un hecho al otro lado, así que Antea soltó a Hiram en una de las pequeñas salas desde donde podían ver el panorama de fuera, y más importante: tener una vista de toda la zona desde allí por lo que podían defender su posición sin problema. Mientras Hiram, apoyado en el dintel de la entrada, miraba al exterior asegurándose de que nada en absoluto se movía, la humedad y la temperatura comenzaron a bajar, por lo que Antea recogió madera y hojarasca lo suficientemente seca como para hacer una hoguera y prender un cálido fuego en el habitáculo. Minutos después la noche había caído por completo y ambos sentados junto al fuego mordisquearon la insípida comida de guarnición militar que ella sacó de los bolsillos de su chaleco.

- Mi reino por un asado.- comentó Hiram mientras masticaba sin mucho ilusión lo que quedaba de su cena. 
- Me temo que eso tendrá que esperar.- dijo ella poniéndose en pie de nuevo.- Cuando he recogido madera para el fuego he visto que este lugar tiene sólo esta salida, el edificio de al lado es algo más alargado y las marcas continúan por el otro lado, pero preferí no avanzar y saber que hay detrás de él. 
- Bueno tenemos un camino.- comentó él bebiendo de la cantimplora un trago de agua. 
- Debemos estar cerca... 
- Pero movernos a oscuras en un lugar desconocido no es una buena idea. 
- Lo sé pero… Shibila nos lleva ventaja y... 
- No será tan estúpida de arriesgarse en un lugar donde podría cenársela un dinosaurio. 
- No creo que haya dinosaurios aquí.- dijo Antea pensativa. 
- ¿Dragón? ¿Ballena? - dijo él encogiéndose de hombros.
- Veo que has recuperado tu sentido del humor.- dijo ella sentándose de nuevo al fuego para frotarse las manos. 
- Nunca lo he perdido. Sólo lo he reservado para una ocasión especial… una acampada nocturna, por ejemplo.- Antea sonrió de nuevo. 
- El descanso te vendrá bien, debería servirte para mejorar.- comentó ella. 
- Es imposible mejorar lo inmejorable…- musitó él apoyándose en la pared y cerrando los ojos.- ¿Fiesta de pijamas? - preguntó él. 
- ¿Cómo dices? - preguntó ella. 
- Es de noche, tenemos un fuego, hemos… cenado.- dijo haciendo una mueca.- Creo que es mejor una fiesta de pijamas que jugar a la botella. Mi petaca esta vacía no haría bien ese papel. 
- Uno debería hacer guardia y el otro descansar... 
- Oh por favor, eres la aburrida de la fiesta.- dijo él abriendo los ojos para mirarla. 
- Hablo en serio.- dijo ella. 
- Y yo… Soy capaz de dormirme encima de un volcán pero no antes de una buena tertulia. Si no, no pego ojo. Bueno, ya lo sabes todo de mi... 
- Lo dudo.- dijo ella cortándole. 
- Te toca.- dijo él sonriente.- ¿Responsabilidades? - Antea puso los ojos en blanco. Esperaba que el Tok'ra hubiera ignorado sus comentarios en aquel ataque de enfado. Ahora quedaba claro que no.- ¿Qué me he perdido? La vida militar que lleváis es bastante aburrida.- pregunto. Antea sonrió de medio lado y ahora fue él quién puso los ojos en blanco.- Venga ya… Hablo en serio. 
- Es complicado... 
- Le dijo la Tauri al Tok'ra… Por como has dicho "responsabilidades" casi hasta me lo he creído y todo. Es un trabajo… ya sabes, ir por ahí visitando planetas y haciendo cosas de Tauris en sitios de Goa'ulds, y metiendo vuestras narices de Tauris en asuntos de Jaffas más aburridos que la vida militar Tauri. Hay cosas más importares que el trabajo, ¿no? 
- ¿Y eso lo dice el contrabandista, el espía, el ladrón, y el mentiroso… de la Tok'ra? 
- Bueno, tengo hobbies. Otros hobbies. 
- Si, eso me han dicho. Estrellas naves. 
- Eso es una difamación. Como el hecho de que todo el mundo crea que jamás he entrado a una iglesia.- Antea le miró con expresión totalmente confundida.- La consejera Tatenen siempre dice que nunca he ido a una, ni tan siquiera para beberme el cáliz.- comentó rápidamente.- Pues sólo por fastidiarla, lo he hecho. Dos veces.- Antea abrió los ojos como platos.- Y sí, dada mi fama de estrellar naves, admito que durante un tiempo me hice llamar Crash. 
- ¿Crash? 
- Capitán Crash para ti.- dijo Hiram señalándola.- ¿Qué responsabilidad tan grande es esa que te trae a un sitio como este? Porque al menos yo tengo claro por qué estoy aquí. 
- Por una mujer... 
- ¿No lo es siempre? - dijo él mirándola mientras se encogía de hombros. 
- Mi responsabilidad es encontrar en este lugar algo que ayude a… los míos.- dijo ella eludiendo el tema. Aunque tenía claro que sin querer aquel "míos" iba más orientado al hecho de que también buscaba algo para ella misma. Algo que la ayudara a no tener que mantener a un semejante con su mismo ADN en una cápsula de éxtasis para evitar que muriera. A un ser tan pequeño, que no había tenido tiempo aún de saber lo que era empezar a descubrir el mundo. Y el cetro completo era una opción. Una que podía ayudar a los miembros de la Destiny, pero quizás también a ella misma. 
Al quedarse en silencio pensando aquello, tardó unos segundos en darse cuenta que Hiram la miraba con curiosidad extrema. Y cuando lo hacia entrecerraba los ojos, ahora lo tenía claro. 
- Por qué tengo la sensación de que esto va más allá de "la buena militar".- dijo él. Ella guardó silencio.- Porque va más allá, está claro.- sentenció. 
- He tenido que replantearme otras prioridades, nada más. Y estoy aquí por una. Los míos me necesitan. 
- Eso es siempre así… Lara.- ella le miró en cierta forma sorprendida por llamarla con su nombre de pila en el tono en el que lo había hecho.- A veces, lo que uno cree que es importante no lo es tanto, y lo realmente importante siempre: eres tu. 
- Woah.- dijo ella con tono irónico. 
- Ríete si quieres. Pero los Tauri no necesitan una Antea, si Antea opta por tener otras "responsabilidades". Unas que sean más importantes para ella, e ínfimas para los demás.- Lara sonrió para sí. La verdad es que se lo había planteado. Dejar la vida militar, dejar todo aquello por cuidar a su niña. Pero justo cuando podía plantearse la decisión definitiva, todo cambió. Tuvo que abandonarla en un recipiente hermético y comenzar a buscar una solución a la desesperada. Una que aún no había encontrado, una que había buscado en todos los archivos y en toda la información que habían recibido de la Destiny. 
Antea había usado todas las horas de su vida desde que dejara a su niña en aquella cápsula de mantenimiento, que había detenido aunque no arreglado, el problema de crecimiento acelerado de la bebé. Un problema que si no solucionaba pondría fin a su existencia. Todo su tiempo y esfuerzo, días y noches tratando de poner solución a algo que sólo ella sabía. Un velo absoluto era lo que se sabía de ella durante los meses de embarazo, y sólo una persona en la Galaxia Pegaso y otra en el Comando Stargate sabían de su nueva condición. Una vez tuvo que decidir sobre la niña y salvarla de aquella manera, sólo una persona en Atlantis lo supo. Todo aquello parecía historia antigua, y más cuando a su alrededor nadie estaba al corriente. Tampoco había tenido mucho más tiempo para pensar en ello, sólo un objetivo: buscar la forma de salvarla.- Esas responsabilidades son las peores.- Aquel comentario la trajo de golpe a mundo real. A aquella habitación, a aquel fuego en la noche de un lugar a miles de millones de años luz de su responsabilidad también real. 
- Si logro sacar de aquí la esencia que le falta al cetro, quizás obtenga las respuestas que busco…- dijo ella con el mayor tono de convicción posible mientras se llevaba las manos a la cara para ocultar que sin darse cuenta, tenía lágrimas en los ojos. 
- Para salvar la Destiny, claro.- dijo él con tono tan poco convincente como había sonado su intento de convencerle.- Al menos ya sé qué estamos buscando. Y bueno… ya veo que…- dijo él mientras ella se secaba los ojos con las manos.- Que es terriblemente importante.- Ella se limitó a asentir sin decir nada. Se había concentrado tanto en la búsqueda que había olvidado el fondo de todo aquello. Su capacidad para usar su trabajo contra cualquier cosa era increíble y era lo único que había hecho todo aquel tiempo para poder soportar llevar en silencio toda su carga.- Lo siento puedo ser bastante… insensible.- Antea le miró y sonrió respirando lentamente. 
- Insoportable, inmaduro, insensato…- Hiram puso los ojos en blanco ante la ristra de adjetivos calificativos.- Pero no insensible. 
- Saldremos de este lugar con eso del… cetro.- su voz sonaba totalmente convencida, lo que hizo que las dudas de Antea se disiparan. Si salían de allí con vida ya era de por sí un milagro.- Y bueno… fíjate. Quién te iba a decir a ti que un día como hoy ibas a acabar con el Capitán Crash en un lugar como este… celebrando una fiesta de pijamas. 

De repente se produjo un fuerte temblor que hizo vibrar toda la estructura. Antea se levantó de un salto yendo hacia la entrada y el rostro de Hiram paso de su expresión nada serie a una totalmente contraria. 
- Dime que el edificio no se nos caerá encima.- el temblor pareció detenerse, pero un extraño zumbido les llegó hasta allí de forma constante. Hiram se incorporó también, su recuperación tendría que volver a esperar. 
- Parece provenir del otro lado, no de por donde vinimos.- dijo Antea mirando desde el dintel de la puerta, el lugar no parecía distinto salvo por una extraña luz en el cielo que venía justo detrás del edificio. 
- ¿Shibila? - preguntó Hiram con inquietud. 
- Vayamos al otro lado.- dijo Antea echando a andar hacia dentro del edificio buscando el camino que había localizado mientras recogía madera. Hiram la siguió y ambos avanzaron por un pequeño corredor, Antea sujetando su P-90 con la luz encendida por si algo se les echaba encima. El corredor dio un giró y Antea localizó la señal última de Cetus que había visto, tomó esa dirección mientras el Tok'ra la seguía. El sonido no se detuvo, pero se hizo más intenso. Se estaban acercando. 

De repente vieron luz más adelante, el corredor terminaba en una simple puerta cuadrada. Hiram la tocó el brazo caminando detrás indicándola de esa manera que estuviera atenta. Ella se limitó a afirmar. Y entonces los dos cruzaron casi a la vez el umbral.



Al otro lado de aquel templo la visión de lo que contemplaron les dejó al principio parados. El edificio acababa allí, pero no la calzada. Tras unas pequeñas escaleras de bajada, un pilón tenía el rostro de Tezcatlipoca, pero lo más increíble no era aquello, sino que la calzada llevaba a una pirámide escalonada que en aquel momento lanzaba una luz brillantísima sobre el cielo de aquel lugar. 

- No me lo puedo creer.- musitó Hiram mirando hacia allí. Antea miró también en su dirección y fue entonces cuando vieron la figura de Shibila. A los pies de la pirámide parecía dispuesta para subir a lo alto, aunque parecía moverse con dificultad, avanzó hasta llegar al primer escalón y se detuvo.- Deprisa, aún podemos partirle su preciosa... 
- Espera.- le interrumpió ella. Hiram que se había adelantado solo unos paso se giró para mirarla. Luego se encogió de hombros.- ¿Por qué no va oculta? Hasta ahora ha usado el dispositivo de invisibilidad. 
- Está a ochenta escalones de alcanzar la plataforma superior. ¿Arrogancia? - El sonido era intenso y la Jaffa no parecía haberse percatado de nadie más. Estaba de pie, parada mirando hacia lo alto de la pirámide.- No nos ha visto, es nuestra oportunidad.- Antea no podía permitirla llegar allí arriba. Si lo hacía, quizás ya no tendría oportunidad de conseguir la pieza del cetro que les faltaba. Aquello echaría por tierra todo. Con decisión avanzó e Hiram la siguió implacable. Echaron a correr por la calzada llegando a una pequeña pirámide que se dispusieron a dejar atrás para alcanzar la más grande. 

La sacudida dejó confusa a Antea un momento. Una extraña luz de esta primera pirámide les había envuelto y ahora les rodeaba. Se llevó las manos a la cabeza al sentir un fuerte calor, como si un enorme foco la estuviera apuntando. Y entonces vio claramente en su cabeza lo alto de la pirámide más grande como si estuviera allí mismo, y envuelta en esa luz que también ahora la rodeada vio a una mujer. La reconoció inmediatamente porque había leído todo sobre ella en informes: Emet. 

De repente un montón de imágenes comenzaron a correr en su cabeza como una película antigua en blanco y negro mal sincronizada, unas pocas imágenes de su infancia, otras de su juventud, el ejército, un par de lugares que recordaba de sus viajes a través del Stargate, el rostro de Dennis, una fiesta en casa de Inchau y Jacob, el rostro de James, verse herida por disparos enemigos, el rostro de Dastan siendo Goa'uld, estar en la sala de reuniones con el resto de equipos del Comando Stargate, besar a Barlas en un pequeño y estrecho cuarto de baño, su viaje para ocultar su embarazo, dar a luz a su pequeña, verla sonreír por primera vez, releer la carta de dimisión que tantas veces había escrito desde entonces, mirar desesperada a una niña que crecía de forma antinatural, cerrar la cápsula de éxtasis en Atlantis… Antea sintió una nueva sacudida, una cadena de ADN, un planeta con varias lunas que se parecía bastante a Mallrum, sentirse como Kadesh la goa'uld que la portara, y entonces el rostro de Hiram.

Sacudió la cabeza, o eso creía ella hasta que se percató que era Hiram quien la zarandeaba. 
- ¡Eh! ¡Eh! ¡Vuelve en sí! ¡Vamos Lara! - parpadeó varias veces hasta percatarse que el rostro de Hiram no estaba en su cabeza, sino que era él mismo.- ¿Has vuelto? No querría tener que abofetearte, la verdad - ella afirmó aún aturdida. 
- ¿Que… qué has visto? - preguntó ella con un nudo en la garganta. 
- Oh… un desagradable resumen de mi larguísima vida. Y la verdad, hubiera preferido que me quemaran las pestañas antes de tener que volver a ver…- se interrumpió para mirarla mientras la sujetaba por los hombros.- ¿Seguro que estás bien? 
- Si…- dijo ella llevándose las manos al cinto. Entonces se percató de que no llevaba el arma colgada, para ser exactos, se sentía más ligera, tanto que por más que tanteó ni P-90, ni la automática. 
- Ya... desarmados. Eso pensé yo, qué asco.- Antea ignoró momentáneamente a Hiram para volver a llevar la vista hacia la pirámide. Shibila no se había movido.- Sí, eso también lo pensé: ella tampoco va armada. 
- Hemos de alcanzarla...- sin decir nada más los dos echaron a andar. 

Fue en ese momento cuando Shibila se giró y los vio. No lo pensó dos veces y comenzó a subir escalones pero se detuvo en seco cuando no llevaba más de diez y ellos alcanzaban el comienzo de la subida. Hiram comenzó a subirlos seguido de Antea sin dejar de mirar hacia arriba donde la integrísima luz de repente se de detuvo y la figura de una mujer vestida blanco apareció esta vez ante ellos.



- Conozco cada una de vuestras intenciones.- se limitó a decir con voz dulce y sin ningún tono que definiera un estado concreto.- Tu raza es la portadora del cetro. Y todos ya una vez tratasteis de llegar a mi, con engaños. 
- Mi… señor dio con la forma de crear un escenario virtual, pero no fue su obra.- contestó Shibila. 
- Eso también lo sé.- dijo ella moviendo el brazo de donde una luz pura y blanca parecía posada en su palma.- Tu gente sigue buscándome.- comentó señalando a Antea.- Pero sólo hay una forma de llegar a mi. 
- Por eso estamos aquí.- dijo Antea.- Como portadores del cetro, necesitamos su esencia. Unida al cetro podría ayudarnos. 
- Tu búsqueda es para ti primero.- dijo ella con rotundidad. Aquello pilló por sorpresa a Antea. 
- No es del todo cierto… Si sabes todo, sabrás que un grupo de mi planeta está perdido, hemos de encontrarlo. 
- Vuestra insaciable necesidad de conocimiento os ha llevado a alcanzar cosas que se escapan de vuestra comprensión. 
- Ellos usarían el cetro para sí.- dijo Shibila con desprecio. 
- ¿Y tú no? - espetó Antea enfadada. 
- Señoritas, por favor… Si esto es cuestión de que no haya discusión entre tres preciosas mujeres. Bueno, yo puedo hacerme cargo.- Emet le miró con extraña curiosidad. 
- Fuiste señor una vez y tuviste a tu lado a esclavos. 
- De aquello hace tanto que ni me acuerdo.- comentó Hiram moviendo una mano haciendo ver que aquello ya no tenía importancia. 
- Ahora dominas a tu señor... pero has matado a muchos. 
- Así es. Y ahora ayudo a un bien común. Completando el cetro que los Tauri ya poseen... 
- Soy Emet, la portadora de la esencia del Cetro de Celestis. El cetro una vez fue uno y su poder era tal que destruyó a una civilización entera. Quizás pueda salvar una vida.- dijo mirando a Antea que sintió para sí que se refería por completo a su hija.- Con el tiempo puede salvar a los viajeros perdidos. Con él, sin duda podrías dar a tu señor un arma poderosísima o… usarla para ser tú quién domine al resto.- dijo mirando a Shibila. 
- Ella acabaría con todos.- dijo Antea con contundencia. 
- ¿Y vosotros no lo haríais? - se defendió Shibila.- Y al parecer él es tan Goa’uld como mi señor. 
- Que te lo has creído tu…- dijo Hiram entre dientes. 
- Ni siquiera tenéis la esencia y ya discutís por ella. Como ocurrió antaño. Su poder les hizo crear naves, y crear la compleja red de anillos. Y al final todo fue en vano. 
- Nosotros compartiríamos con otras razas la información.- aseguró Antea desesperada. 
- Ellos también lo hicieron. Gracias a ello Los Antiguos crearon lo que ahora vosotros usáis. Pero al final, el poder del cetro completo destruyó su planeta, además de otros cercanos a él, por querer conquistar el resto del universo poniendo portales en el Universo.


- ¿Destruyeron Fornax? - dijo Antea confusa.- ¿Lo hicieron para poder poner Stargates en toda la Galaxia? - Emet asintió.- La Destiny es un vestigio de una de esas naves que hicieron para poder colocar aquella red.- ella volvió a asentir. 
- Y millones de vidas inocentes quedaron condenadas por lo que creían un bien mayor. ¿Una vida vale más que miles de millones? ¿Salvar a uno o a miles de millones? - preguntó de nuevo Emet. Antea bajó el rostro hacia el suelo con el corazón en un puño: su hija o el resto de vidas del Universo si como Emet contaba, aquello a la larga les destruiría. Hiram la miró y supo que acaba de decidir sacrificarse de nuevo. 
- Ese uno que quizás se salve hoy, sirva para salvar al resto más adelante.- dijo él con contundencia. 
- Es posible, ¿pero el riesgo no es demasiado grande? 
- A veces hay que arriesgarse.- dijo Hiram.- El riesgo puede merecer la pena. Yo me arriesgué, y aquí estoy. Soy dueño de mi destino. 
- ¿Y cuántas vidas dejaron de existir para ese propósito? 
- ¿Y cuántas otras hoy respiran gracias a ello? - preguntó él con semblante serio. Por primera vez el rostro de Emet tuvo un atisbo ínfimo de duda, que se disipó en décimas de segundo. 
- Soy la portadora de la esencia del Cetro, mi deber es protegerlo. Os he concedido a cada uno algo que buscabais ¿No es suficiente? ¿Aún queréis la esencia? 
- Sí.- dijeron con rotundidad Hiram y Shibila a la vez. 
- No.- la respuesta de Antea no fue tan rotunda pero fue sincera. 
- ¿En serio? - dijo Hiram mirando a Antea a su lado después de fulminar a Shibila con la mirada unos pocos escalones delante de él. 
- Yo no he arriesgado todo para llegar hasta aquí e irme con las manos vacías.- Hiram vio como la Jaffa sacaba de su traje bajo la larga capa algo que brilló momentáneamente en la mano. Sus músculos se pusieron en tensión inmediatamente. Les habían desprovisto de armas de fuego pero aquella no lo era. 

     Shibila lanzó un cuchillo contra Emet sin dudarlo un segundo. Antea ahogó un grito ante lo que iba a pasar, avanzó dos escalones más pero Hiram estaba más cerca de la Jaffa contra la que se lanzó sin ningún reparo. El enorme cuerpo de Hiram placó por completo el de Shibila aunque no pudo impedir que el cuchillo saliera directo a su objetivo. Antea vio aquello a cámara lenta, el cuchillo volar hacia Emet, a Hiram y a Shibila rodar escaleras abajo, el cuchillo alcanzar la posición de Emet y una enorme luz iluminarlo todo envolviéndolos por completo. Hiram logró detenerse a duras penas en la caída mientras que Shibila entorpecida por la capa acabó rodando sin control por un costado de la pirámide. 

     Cuando Antea volvió a controlar su propia vista pensó que algo malo ocurría, estaba a oscuras y en cuclillas en el suelo. Allá donde mirara la oscuridad la envolvía. 

- ¿Lara? - la voz de Hiram la transportó a la realidad de algún lugar en el que ambos estaban a oscuras, hasta que ella escuchó un click y luego un chasquido y una luz se encendió. Se giró para ver a Hiram de rodillas en el suelo alzando el zippo en la mano, ahora encendido. Aquella era su única luz. Se alzó cuan ancho y alto era y avanzó hacia ella, su rostro era de agotamiento extremo.- ¿Estás bien? - Ella se limitó a asentir. Miró a su alrededor, el lugar no era muy grande y tenía una extraña caja de piedra en medio. En cuanto la vio supo donde estaban. 
- Maldita sea.- maldijo con enfado. Luego rebuscó en su chaleco y sacó varias varillas que rompió a la vez haciendo que el líquido se mezclara y produjeran luz.- ¡Maldita sea! - gritó con rabia al llenar el lugar de luz a la vez que Hiram localizaba una acceso de salida. 
- ¿De qué me suena este sitio? 
- Estamos en Guiza. La Tierra.- la radio de Antea dio un chasquido y se encendió. 
- Teniente Coronel aquí Landry, ¿me recibe? 
- Sí señor. Alto y claro.- respondió 
- Acabamos de darnos cuenta gracias al sensor de su radio. No estaban ahí hace un momento. ¿Puede explicarme como ha llegado de México a Egipto, por favor? 
- Sí señor… ¿Puede indicarnos primero si corremos peligro? - preguntó ella. 
- Dos formas de vida Coronel, diría que están solos. Ordenaré a la nave que les recoja inmediatamente. Cambio y corto. 
- Lo siento.- dijo Hiram acercándose a ella.- Se que dije... 
- El precio era demasiado alto. Al menos tampoco cayó en manos de Shibila.- dijo ella con voz apesadumbrada. 
- Se que conseguir esa parte del cetro era importante para ti, y por algo más que una nave perdida por ahí dando vueltas. Quizás podamos intentar volver a... 
- No.- le interrumpió ella. Luego miró su rostro que parecía esperar lo que ella dijera.- Es muy importante para mi, es cierto, pero quizás como dijo Emet… exista otra manera. Tenías razón. 
- ¿La tenía? - preguntó él.- ¡Claro qué la tenía! ¿No la tengo siempre? - se corrigió. 
- Gracias a ti ahora se cuáles son mis prioridades.- concluyó ella.- El Comando Stargate ya no es mi lugar, ahora lo tengo claro. Encontraré otra forma de conseguir encontrar mi camino. Empezando por encontrar cómo ayudarme a mi misma. 
- Comenzar es duro, créeme. Lo se. Si necesitas un lugar fuera de este planeta, un esbirro que parta piernas, un ladrón, un mercenario o un contrabandista… bueno, soy justo a quién necesitas.- ella sonrió ante su ofrecimiento.- Pero no me pidas dinero. Cualquier cosa menos eso. 
- Lo tendré en cuenta. 

     En ese momento un rayo de luz se encendió a su alrededor envolviéndolos, sin duda un teletransporte. Sus cuerpos se desmaterializaron y desaparecieron de aquel lugar que de nuevo quedó a oscuras igual que había estado desde que fuera alzado en aquel lugar hacía cientos de años por aquellos que decidieron conquistar el universo a costa de su propia existencia. 

FIN

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