lunes, 18 de julio de 2016

HIC SVNT DRACONES (parte 4) por Amaunet



            Aunque quiso ponerle atención a lo que la rodeaba cuando se puso en pie, su pensamiento estaba en el hecho de quizás algo había ocurrido que había provocado que ella hubiera caído allí y quizás Hiram estuviera ahora en otro lugar del mismo sitio, o la opción más lógica, que no lo hubiera conseguido. El estómago se la encogió ante ese pensamiento. Aquella era una posibilidad, y debía tenerlo en cuenta.

            Llegados a ese punto, tenía que plantearse si permanecer en aquel lugar o avanzar. Si daba por hecho que Shibila si había conseguido su objetivo de llegar con ella, nada la detendría si ella no la seguía, y eso era inadmisible. Tampoco es que la reconfortara demasiado saber que si no estaba sola en aquel lugar, la otra persona sería aquella Jaffa.

         Pero ante todo aquello, lo que más la angustiaba era la posibilidad de quedar atrapada para siempre. Cierto era que si algo así ocurría todas sus preocupaciones quedarían a millones de años luz como una vida pasada. Aquel pensamiento rebotó en su cerebro de forma tan egoísta que sintió dolor. Quizás no tuviera las cosas claras, quizás tuviera dudas sobre su papel en su trabajo, sobre todo lo acontecido hasta ahora… pero permitirse ese pensamiento como excusa para acabar de un plumazo con todo, eso sencillamente no era una opción.

         Dio un par de pasos atrás para mirar el lugar con perspectiva. No iba a rendirse. Si antes podía tener dudas sobre qué sería de ella o su futuro, ahora lo tenía claro. Por primera vez en mucho tiempo tenia claro que tenía un motivo para salir de allí.


      Un fogonazo la deslumbró haciéndola casi caer al suelo. Cuando su vista volvió a distinguir colores, vio el cuerpo de Hiram tendido boca abajo en el suelo. Ante aquella visión sintió una tremenda alegría: cuando vio que el Tok'ra no se movía con la cazadora achicharrada, ya no lo tuvo tan claro. Se abalanzó hacia él como si fuera agua en el desierto.

- ¡Hiram! - gritó casi en un sonido sordo agachándose a su lado. Trató de quitarle la destrozada cazadora, consiguiéndolo solo a medias. La camiseta bajo ella estaba incluso en peores condiciones que la propia vieja chaqueta. Parte de las heridas bajo ésta parecían haber intentado cicatrizarse, la otra mitad no parecían haberlo conseguido. Aquello la dejó claro que el Tok'ra había permanecido callado desde que Shibila los hiriera a ambos bajo el arzobispado de México. Le llevó la mano al cuello esperando sentir algún atisbo de vida. Y entonces el Tok'ra tosió con fuerza, lo que hizo que de nuevo el alivio la recorriera por las venas.- ¡Oh por Dios! ¡Pensé que estabas muerto! ¡¿Que ha pasado?! Ibas justo detrás.- ella le ayudó a incorporarse hasta que Hiram quedó de rodillas tosiendo aparatosamente mientras miraba a su alrededor confuso.
- Toto… seguimos sin estar en Kansas.- dijo con un hilo de voz.
- Y Toto está herido y no ha dicho nada. ¿Por qué coño no has dicho nada?
- Porque a diferencia de ti, querida Dorothy, puedo curarme.
- Pues créeme cuando te digo, que esa curación no va demasiado bien que digamos.- dijo ella llevándole las manos a la espalda para volver a asegurarse. Hiram alzó los brazos en señal de que no le tocara.- Sólo quiero ayudarte… Me dijiste que tu simbionte te curaría, ahora se que ambos estáis fundidos, pero se supone que debería estar ayudándote y...
- Ha de hacerlo pero lleva su tiempo. Supongo que no tengo que recordarte que la Tok'ra no usa sarcófago.
- ¡Eres un Goa'uld Hiram! Tú mismo me lo has dicho… Vale sí, ellos usan sarcófagos, pero sus larvas les curan.
- Tampoco usaría uno si lo tuviera, pertenezco a la Tok'ra. Tengo mis principios muy claros respecto a eso aún siendo un Goa'uld rebelde, aunque mi larva no sea una larva y esté fundida a mi, el proceso de curación lleva su tiempo, no es...
- Llevamos una eternidad en Fornax, ¡no mientas! - Hiram rebuscó la petaca en su chaqueta localizándola en uno de los bolsillo. Antea le miró atónita.- ¡Por amor de Dios, el alcohol no arreglará ese problema!
- No es alcohol.- se limitó a decir él mientras bebía las pocas gotas que había dentro de ella.
- Creí que...
- Pues creíste mal.- la interrumpió volviendo a guardar el recipiente en su chaqueta completamente vacío. Ella se quedó pensativa un momento. A pesar del dolor de la herida que la Jaffa le había propinado, cierto era que no sentía nada. Entonces se percató de una posibilidad que no había tenido en cuenta. Se llevó la mano a la herida aún vendada, desmontó la venda con cuidado y comprobó que la herida como tal, prácticamente ya no existía.
- ¿Qué coño llevas en esa petaca? - preguntó mirándole con frialdad.
- Es complicado de explicar.- dijo Hiram tratando de no toser de nuevo.
- ¿Que es complicado de explicar? Complicado de explicar es contarte que necesito volver a la Tierra. Que soy madre y que no voy a quedarme aquí por muy complicada que sea mi situación allí ahora mismo.- Hiram frunció el ceño tratando de entender sus palabras a
la velocidad a la que le gritaba.- No me fastidies con historias complicadas ¿vale? Sólo dime la jodida verdad por una puñetera vez en tu vida.- Hiram la miró muy serio, luego sonrió como si acabara de dar sentido a algo importante en su vida.- ¿Qué? - le espetó mosqueada.
- Joder que temperamento.- dijo casi riendo. Tosió de nuevo para luego volver a sonreír y mirarla, esta vez con semblante serio.- Tú necesitabas más el contenido de mi petaca cuando aparecimos en Fornax. Usé su contenido contigo, y de no haberlo hecho así quizás ahora tendrías una infección del demonio, o no tendrías brazo. Y el resto… lo usé para hacerlo arder y...
- Ya, ya, ya…- dijo ella comprendiendo.
- El caso es que, mi poder de curación esta sujeto al contenido de una bolsa de hierbas ahora vacía y una petaca en el mismo estado.
- Ambas cosas que usaste para ayudarme a mi, en vez de a ti. Que idiota eres.
- Cierto. Eres la lista del grupo, ya estaría muerto de no haberte salvado. Ha sido una elección totalmente egoísta. Si tu te salvas, yo me salvo.
- ¡Eres idiota! - repitió ella con fuerza.
- Un adjetivo más a mi lista… Repetido. Por cierto, ¿donde hemos caído el idiota y la temperamental? - preguntó mirando a su alrededor a la vez que se hacía crujir el cuello y los hombros.- Nos hemos librado del fuego, a primera vista parece un sitio mejor.
- La verdad no sabría decirte…- dijo ella mirando el pequeño lugar con piedras. Se percató de un dibujo sobre una de las rocas.- Cetus, estamos en Cetus.
- Debí cobrarle a esa zorra.- dijo él apoyándose sobre las manos para ponerse en pie.- Está donde ella quería.

      Antea le ayudó a ponerse en pie, luego le ayudó a acomodarse en una de las rocas sin inscripciones. La luz parecía disminuir por momentos, era como si estuviera empezado a caer la tarde en aquel lugar. La zona repleta de vegetación parecía tranquila, y según veía las representaciones en la roca, el camino que le marcaba a seguir era hacia una pequeña estructura de piedra que tenían justo delante.

- Tenemos que movernos, hemos de avanzar antes de que caiga la noche.- dijo ella mirando al frente.
- Totalmente de acuerdo.- dijo él alzándose de la roca para luego volver a sentarse.- ¿Por qué no te adelantas…?
- No voy a quitarte la vista de encima.- le interrumpió ella sujetando el arma con fuerza mientras se aseguraba con la mirada de que aquel era el camino seguro.
- ¿Dos minutos? - ella le miró sin decir nada. Luego le tendió su cantimplora para que él bebiera.



      Pasados unos minutos en los que Hiram trató de concentrarse en su propia curación, Antea se aseguró que el camino que iban a tomar era seguro. Pasado ese tiempo se pusieron en marcha. Tras cruzar el pequeño umbral de piedra, avanzaron por un camino que les llevó a un bosque no demasiado frondoso, pero lo suficiente como para que la luz allí fuera más tenue aún. Avanzaron sin detenerse esperando así ganar tiempo. Antea estaba demasiado nerviosa por avanzar y demasiado en tensión esperando el asalto de Shibila en cualquier momento. Aunque si como ella, había entendido los dibujos de las rocas donde habían llegado, debía seguir las marcas del camino que ahora seguían hacia lo que esperaba que fuera algún tipo de templo que le diera las respuestas a la preguntas que se había formulado desde que saliera de casa.

      El bosque pareció cerrarse momentáneamente. Ambos iban pendientes de cualquier situación que pudiera asaltarles, pero Hiram llevaba callado desde hacía un buen rato. Antea se detuvo un momento para beber de la cantimplora y comprobar que veía la siguiente marca en una roca desde donde estaba y que debía de seguir por allí.

- ¿No vas a preguntarme cuanto queda? - dijo ella girándose para tenderle de nuevo la cantimplora. La luz había disminuido bastante aunque no lo suficiente como para parar.
- No creo que sirviera de mucho, prefiero usar la energía en otras cosas.
- ¿No está funcionando verdad? - Hiram bebió un sorbo de la cantimplora y se la devolvió.
- ¿Por qué lo dices?
- Por tu color verde violáceo.- dijo ella.
- ¿Cuánto decías que queda? - preguntó él encogiéndose de hombros.
- Podríamos parar a descansar...
- No es una buena idea. No en un lugar que no podemos defender.- dijo él con un tono de voz cansado.
- Según las señales que hemos ido siguiendo vamos por el buen camino, el símbolo de cetus está marcado en todas ellas.
- Pero no sabes donde lleva el camino de baldosas amarillas.- ella negó con la cabeza.- Y en cualquier momento anochecerá.- Ella se limitó a afirmar.- Entonces sigamos. Estamos perdiendo el tiempo.

      Antea iba a comentar algo al respecto pero él se adelantó y hecho a andar delante de ella. Así que optó por seguirle sin rechistar. Treinta minutos después, la luz comenzó a desaparecer y el bosque a abrirse. Hiram seguía andando delante de ella, mientras que Antea no perdía visión desde su posición ni de seguir el camino de piedras marcadas que aparecían cada ciertos metros, ni de la posibilidad de ser atacados. Se detuvo un segundo para mirar atrás cuando creyó sentirse observada. Se giró pero nada había, salvo el camino hecho. Entonces el sendero se abrió por completo y dejó a la vista un edificio extrañamente ornamentado, con más foresta y montañas detrás. Se adelantó a Hiram que se había detenido al ver que por fin el camino cambiaba de vistas.

- Por fin estamos llegando.- dijo ella. Notó ruido tras ella y se giró para comprobar que Hiram había clavado una rodilla en el suelo. Antea se aproximó a toda velocidad para sujetarlo y evitar que cayera. Él no se resistió.
- Bienvenido a casa, Oz.- dijo él casi en un susurro.
- Podemos descansar...
- Pésima idea. Busquemos refugio y luego discutimos eso.
- No creo que...
- Aún puedo ponerme azul.- dijo él interrumpiéndola.- Avancemos hasta la edificación, no pasaremos la noche a la intemperie. Es una pésima idea.
- Esta bien.- dijo ella tirando de él para ayudarlo a avanzar.- ¿Pero no cambies más de color vale?
- Tranquila. No pienso dejarte sola.



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