miércoles, 20 de mayo de 2015

FINAL por Dastan


Tras salir airoso de la reunión con Melk y dar la opción de escape a Maud, una visita de despedida a la tienda de Bastet sonaba bastante tentadora. Pero al parecer ella no se tomó muy a buen agrado mi comentario cargado de intenciones, tal vez juzgué mal su grado de lujuria. Me encogí de hombros y retomé mi camino hacia mis aposentos.

Faltaban pocos pasos para llegar a la entrada de la tienda, iluminada por dos antorchas y todavía con un guardia en la puerta, cuando empecé a sentirme un poco mareado y difuso. Sacudí la cabeza, extrañado por aquellas sensaciones que se iban acrecentando y los pocos pasos que faltaban para llegar a la entrada de la tienda parecieron inacabables. El Jaffa que custodiaba la entrada apenas se inmutó al verme avanzar a trompicones y en ese momento deseé no haberme deshecho de Maud tan rápidamente, al menos la muchacha me echaría una mano. Entré y me abalancé hacia la cama, notando cómo los efectos aumentaban con cada segundo que pasaba, y entonces todo empezó a cuadrar en mi cabeza. Claramente había sido drogado, o peor, envenenado. Por fortuna no era la primera vez, pero no sabía aún a ciencia cierta el origen de esto y por tanto cómo afrontarlo.

Oí unos pasos fuera como un eco resonante, mis sentidos se estaban aturdiendo cada vez más, pero alcé la vista hacia la entrada y Maud estaba asomada con un atisbo de curiosidad en la mirada.

- ¿Se encuentra bien, mi señor?

- Ambos sabemos que no soy realmente tu señor y NO, no me encuentro nada bien. – dije alzando el tono hasta que mi voz sonó tan fuerte que hizo estremecer a la muchacha.- ¡¿Qué narices me has puesto en la bebida?!

- ¡Yo no he sido, lo juro! – dijo con sumisión y entró en la estancia, aún conservando una distancia prudencial.

- ¡Maldito Melk! – gruñí de nuevo con fuerza y me pasé una mano por la frente cubierta de sudor. – No hay armas aquí, pero busca algo afilado, lo que sea…

Maud asintió aunque sin comprender muy bien el motivo y se puso a rebuscar en los cajones del pequeño mueble que contenía las sales de baño y los afares del té. Intenté mantener la calma aunque notaba que incluso mi visión se estaba atenuando. De repente la muchacha se acercó a mi con una pequeña cucharilla en forma de hoja de sauce.

- No es afilado pero al menos tiene un poco de punta, aunque no sé…

No tuvo tiempo de acabar la frase, a tientas le arrebaté el objeto de plata de las manos y me lo clavé debajo del bíceps izquierdo. La sangre empezó a brotar copiosamente, tiñendo las sábanas de color bermejo ante la mirada horrorizada de la joven.

- La arteria principal bombea la mayor parte de la sangre que circula por el cuerpo. – dije cerrando los ojos y bajando la voz hasta un tono casi inaudible. – En pocos segundos perderé varios litros de sangre, y con ellos un poco de lo que sea que me hayas dado con la bebida.

- Señor, le repito que yo no…

- Da lo mismo, pero ahora alcánzame el atizador. – dije señalando a la parte opuesta de la habitación, donde se encontraba una pequeña estufa con brasas ardiendo que horas antes había servido para calentar el agua de la tina. La descuidada muchacha había dejado el atizador dentro, por fortuna, y ahora la pieza de hierro estaba al rojo vivo.

El guardia de la entrada hizo una señal a otro de sus compañeros después de que un grito desgarrador rompiese el silencio de la noche, se alejó apresuradamente en dirección a la sala donde se había celebrado la reunión y se introdujo en ella para informarle a su señor de que el Goa’uld cuya tienda custodiaba ya había sucumbido a los efectos del veneno.

Unos segundos después, Maud se asomó por las cortinas de la entrada y al ver el camino despejado se giró hacia atrás y asintió. La cama estaba bañada en sangre, y la única parte seca de las sábanas había sido cortada en jirones para fabricar un improvisado torniquete.

- Abre el baúl… - dije señalando con la cabeza la gran caja de bronce. – El sello de oro en la parte interior de la tapa emitirá una señal de advertencia a mi nave si lo presionas.

La muchacha acató la última orden con la misma presteza y eficacia que demostró en los últimos minutos, y poco después me ayudó a incorporarme para abandonar ambos sigilosamente la estancia.

La zona estaba poco iluminada, o eso me pareció según mis aturdidos sentidos, y la joven supo guiarnos para sortear a los guardias que recorrían el recinto de tiendas hacia donde le expliqué que estaba aparcada la nave de carga. Al llegar, Lars nos esperaba alerta y al ver mi estado se precipitó hacia la parte delantera para arrancar la nave. La muchacha me ayudó a sentarme y después comenzó a retroceder al notar que la nave estaba lista para despegar.

- No sé por qué demonios lo has hecho, pero te has comportado como una verdadera leal sirviente en un momento de extrema necesidad, y como ya te he dicho antes, pienso cumplir mi parte del trato.

Lars retornó a la parte trasera de la nave y le hice una señal de asentimiento, apenas me sentía con fuerzas pero más de una vez me había visto malherido tras una batalla y supo con ese gesto que me recuperaría.

- Pon rumbo hacia la nave nodriza de inmediato, en cuanto abandonemos la atmósfera de este planeta avisa que vamos de camino, pero sólo será una parada corta. En cuanto yo haya bajado en la nave, parte de nuevo con este Alkesh hacia el planeta habitado más cercano y deja allí a nuestra acompañante con algo de recompensa para que pueda desenvolverse.

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